Tan amigos como son/somos los pro taurinos de citar a Goya, a Lorca, a Picasso, Orson, a don Ernesto, a Ramón Gaya, a Paco Brines, a Tierno, a tantos y tantos ilustres como parte del argumentario de defensa de la tauromaquia: si ellos, tan cultos, tan civilizados, tan artistas, tan sensibles y tan reconocidos amaron el toreo, se suele plantear, no puede ser que el toreo sea arte atrabiliario. Y entre toda esa lista interminable a los que podríamos haber añadido a Jean Cau, Vargas Llosa, García Márquez… a Joaquín Sabina, Pablo Benegas…, representantes de todas las bancadas ideológicas de la sociedad, nos olvidamos, incluso en su año, de un valenciano ilustre, Mariano Benlliure, al que llegaron a conocer por don Mariano el de los toros, por la cantidad de obras de temática taurina que salieron de sus cinceles por no hablar de su frecuente presencia en las plazas de toros y su trato directo con los toreros de lo que hay numerosos testimonios gráficos. En Valencia (aunque no se note mucho, más bien poco) y en Madrid, han declarado este 2022 año Benlliure, en esta última por su fantástica aportación al ornato monumental de la ciudad.
De todas sus obras que reproducen las más diversas suertes toreras con especial dedicación al toro en las que muestra un perfecto y genial conocimiento de su anatomía, hay dos que sobresalen del resto, con unas intrahistorias apasionantes, La estocada de la tarde y el mausoleo de Joselito el Gallo en el cementerio sevillano de San Fernando que esculpió por encargo directo del cuñado del diestro fallecido, Ignacio Sánchez Mejías, uno de los monumentos funerarios más visitados de la necrópolis hispalense y en opinión de los expertos una de las obras cumbre del valenciano.
La estocada de la tarde recoge el momento agónico de un toro de Miura de nombre Barbero, al que el gran Rafael González “Machaquito” recetó un volapié rotundo en la plaza de Madrid. El cornúpeta aparece tambaleante y resistente en la agonía de la muerte con un girón de tela de la camisa del diestro en la punta del pitón derecho como demostración de lo ajustado que había sido el lance, en realidad de lo cerca que había estado de la muerte el diestro cordobés. El periodista José Luis de Córdoba habló cincuenta años después con el propio Machaquito en su casa de Córdoba sobre aquel suceso. Recuerda el maestro que el miura, de afilada cornamenta, era cárdeno, bragado y chorreado de capa: “La faena fue corta, creo que dos naturales, dos de pecho, todos con la izquierda y el volapié”, reseñó el califa cordobés, que insiste en el girón de la pechera de su camisa que se llevó el toro en sus astas para inspirar a Benlliure, que estaba tomando apuntes durante la corrida, aunque en opinión de Machaquito lo que finalmente impulsó al escultor a realizar la magnífica obra fue una carta de Don Modesto, crítico de El Liberal, animándole a inmortalizar en bronce aquel brutal momento.
El propio diestro refirió al periodista cómo la pieza de Benlliure había llegado a sus manos: “Pocos días después de que don Mariano hubiese iniciado la obra recibió un telegrama: Enterado hace escultura Machaquito, faena a miura, ruego véndamela precio que pida. -Félix Chavarri. Este Chavarri, continúa relatando Machaquito en la entrevista, “era un bilbaíno, de gran capital y muy buen amigo mío que la adquirió y me la mandó como obsequio. Aquí la tengo, en casa, como joya inapreciable. Solo ha salido para dos exposiciones, las de Sevilla y Córdoba”, acabó de relatar el maestro. Pasados los años sigue siendo referencia de las grandes estocadas.
El mausoleo de Gallito
Estos días adquiere mayor relevancia si cabe el mausoleo de Joselito, obra del que muchos consideran como el mejor intérprete del sentimiento taurino. Lo encargó el legendario e ilustrado Ignacio Sánchez Mejías, cuñado del finado con el que alternaba el día fatídico en el que el toro Bailaor acabó con la vida del que se consideraba el rey de los toreros. Fue tal la expectación que levantó el encargo que, una vez finalizada, el propio rey, Alfonso XIII, acudió al taller del escultor en Madrid a contemplarla. La obra, que fue expuesta en el Palacio de Bellas Artes de Sevilla antes de instalarse definitivamente en San Fernando, está hecha en bronce y mármol de Carrara, material que se reservó para el rostro del torero yacente y el capote que sirve de sudario con lo que se consigue dotarle de una serenidad impactante que contrasta con la dramática belleza del resto de la comitiva que porta el féretro, de la que forman parte personajes reconocidos y gitanos anónimos que representan al entorno social del torero que pertenecía a la etnia calé. Entre los primeros y en primer plano figura el ganadero Eduardo Miura, el de las patillas, que había muerto tres años antes pero con el que se quiso tener esa licencia que muchos califican de poética; estaba, faltaría más, Sánchez Mejías, torero, mecenas literario, escritor y hombre de legendarias iniciativas que pasó su vida persiguiendo el espíritu de su admirado Joselito, que aparece en el cortejo clamando al cielo; mientras abre la comitiva María la de las Cartas, esposa del cantaor Curro el de Jeroma, que porta una imagen de la virgen de la Macarena a la que vistieron de luto por vez primera con motivo de la muerte del torero.
Más allá de las obras detalladas, la atención de Benlliure al toro es altamente prolija y se centra fundamentalmente en el animal al que representa en todos sus momentos y lo hace con tal dominio y éxito que son muchas las imitaciones e intentos de plagio sin que lógicamente sea difícil detectar semejante artimaña. El titulado Arrancándose, momento en que un toro responde al cite de un torero que ha quedado fuera de cuadro, es uno de los más destacados junto al titulado Coleo, la pelea de toros o la suerte de varas.
