No creo que sea necesario examinar a los toreros consagrados en cada corrida. Sobre todo cuando están en la línea recta de su recorrido profesional, y ya han pasado en varias ocasiones las pruebas de fuego de Sevilla, Madrid, Bilbao…
No creo que sea necesario examinar a los toreros consagrados en cada corrida. Sobre todo cuando están en la línea recta de su recorrido profesional, y ya han pasado en varias ocasiones las pruebas de fuego de Sevilla, Madrid, Bilbao y todas las plazas del planeta de los toros que dan y quitan. Nunca fue así porque en todas las profesiones la consagración existe y no hay ninguna carrera que exija cada año el aprobado cum laude. Que no deja de ser un contrasentido, excepto cuando un espada ha salido de un percance grave o se recupera de un bajón espectacular. Pero a nuevos tiempos nuevos modos y así estamos, mirando a los toreros con lupa cada tarde. Claro que tampoco es usual que un torero brinde sus dos toros al público como ha ocurrido hoy.
Padilla, ese Millán Astray del toreo por su valor y disposición a jugársela cada día mientras pueda permanecer en pie, ha sido una vez más el torero entregado que no se deja nada dentro y se vacía con generosidad extrema en cada toro. El público se lo ha agradecido y a punto ha estado, si la presidencia no hubiera sido tan cicatera, de abrir la puerta de la calle de Xátiva. Con su parche en el ojo izquierdo y vendado el mismo lado del rostro, como si se hubiera escapado del hospital de sangre para reanudar la batalla, Padilla no ha escatimado esfuerzos para agradar a la parroquia que lo jaleó toda la tarde, poniéndolo en pancartas como “Ejemplo para la juventud”. Y es cierto, pero también para los que nos somos tan jóvenes.
El Cid ha hecho todo lo posible en pos del triunfo, con el más desagradecido de los lotes. Ha cumplido como el gran torero que es y ha dejado muestras de su calidad con capote y muleta, y si no ha pasado la cosa a mayores la culpa ha sido de la tizona que a veces, como en esta ocasión, se rebela. Perera está en un momento dulce de su carrera, ha usurpado los terrenos del toro haciendo bueno, como decía Juan Belmonte, que el toro carece de terrenos; todos son del torero si tiene valor para colocarse en ellos. Y el extremeño tiene coraje a toneladas y además ha cuajado en un torero de mano baja y zapatillas clavadas en la arena que resulta en ocasiones estremecedor y pone al público al rojo vivo.
La corrida de Borja Domecq, de magnifica presentación, yo diría que apta para las exigencias de Madrid por San Isidro, en general se ha movido mucho y con fiereza y ha tenido varios toros de triunfo, sobre todo el último, por la espectacularidad añadida de sus casi seiscientos kilos de peso. Buena tarde de toros y toreros, a condición de que no nos empeñemos en examinar a los coletas como si fueran neófitos.