La crónica de Las Provincias

El arte cotiza al alza

José Luis Benlloch
domingo 30 de marzo de 2014

En 2014 manda el arte. Alabado sea el señor del buen toreo, devoción muchos años arrinconada. Ayer se vio en Castellón, plaza llena o casi en día de labor, un púbico receptivo y un final feliz. La gente salió de la plaza toreando así que alabado sea el arte y los artistas.

El arte se ha puesto de moda. Esa es una de las mejores noticias de la temporada. En realidad es un hito en la historia después de tantos y tantos años en que las modas solían ir de la mano de las astracanadas. En 2014 manda el arte. Alabado sea el señor del buen toreo, devoción muchos años arrinconada. Ayer se vio en Castellón, plaza llena o casi en día de labor, un púbico receptivo y un final feliz. Se cortaron tres orejas, las tres se fueron en el esportón de Manzanares y otras varias que se merecieron Fino y Morante con capote y muleta, se esfumaron en el momento que empuñaron las armas toricidas. Tampoco hicieron falta más despojos para que las gentes saliesen de la plaza toreando, tratando de explicar si Fino hizo esto o aquello cuando el toro se quería ir para las tablas o como Morante, tan artista él, había aguantado dos parones de puro valiente a un toro que pensaba si embestir o no y acabó tomándole la muleta con pausa y clase o como de perfecta ejecutó Manzanares la suerte de matar, la más difícil de las suertes y además lo hizo en sus versiones más clásicas, al volapié y recibiendo para que cada cual elija.

Esa fue la síntesis de la corrida estrella de la feria. Y aún les tengo que señalar algo mejor que todo eso y de mucha más trascendencia en estos momentos en que tanta falta hace ilusionar, que una tarde de tanta expectación no acabó en decepción que es el más común de los desenlaces en estos casos. Así que alabado sea el arte y los artistas.

La combinación tuvo sus ingredientes base. Apunten la fórmula: unas brujerías del nuevo Fino, con su toreo al paso elevado a los cielos y un manojo de muletazos por abajo que eran como chispazos de pimienta; un chorreón generoso y largo de torería preciosista con el sello exclusivo de Morante, no se admiten sucedáneos y unas gotas abundantes de valor de la Puebla, ese que no se espera pero existe; y para rematar la obra una copa de elegancia alicantina y un golpe, dos en este caso, de contundencia estoqueadora con la espada de Manzanares. El efecto fue tal que además de salir de la plaza como salimos, toreando, nadie sucumbió, al menos que se sepa, a un frío negro que calaba los huesos, ni siquiera preguntaron por un elemento tan necesario en estas lides como el toro que fue lo justo, no más, si acaso menos, para que los artistas lucieran en tarde en la que el toreo necesitaba más que nunca un triunfo para seguir rearmándose de razones e interés.

Fino se presentó con una larga de rodillas ¡qué cosas, qué cambio! y sus dos faenas, especialmente la segunda, fueron de menos a más, otra constante en su nueva singladura. A su primer trasteo le faltó limpieza porque al toro, desclasado, le faltaba ritmo y le sobraba mansedumbre, pero cuando el juanpedro volvió ancas a la pelea camino de las tablas, le salió al paso Fino y le fue enjaretando muletazos por abajo que eran auténticos calambrazos. Lo mismo sucedió en el cuarto al que antes sí había toreado con largura y temple. Su ultimo muletazo fue un lujo y sus pinchazos un despilfarro. Esas faenas hay que coronarlas.

Lo de Morante es la sublimación. Vive un sueño. Vivimos un sueño. A diferencia de Valencia ayer toreó más y mejor con la muleta que con el capote. Su arranque de faena al quinto, ayudados por alto a dos manos y cargando la suerte merecían el cincel del Montañés. Luego la faena tuvo momentos de un temple angelical, otros de una gracia deslumbrante, pasajes tensos que surgieron de dos parones que el de la Puebla aguantó con la serenidad de los que no tienen arte y si al conjunto le faltó un punto de continuidad fue porque cada serie tenía que competir con otra anterior que parecía imposible de mejorar. Lo mató de varios pinchazos y una gran estocada como prueba de que ayer Morante había apostado al máximo. Su primer trasteo fue bueno pero no tanto como el segundo.

De Manzanares lo mejor fueron las estocadas y las tres orejas que conquistó y el ambiente de éxito grande que generó en la plaza, tan necesario en estos momentos, al fin y a la postre de triunfos se alimenta el gran público, todo ello sin olvidar su apostura, su proverbial elegancia, la facilidad para conectar con los tendidos, pero no fue el mejor Manzanares, ayer le faltó la templanza y el ajuste que lo llevó a las alturas. Sin estar redondo miren la que se armó, no sé qué puede pasar el día que recupere el pulso. Lo dicho, el arte cotiza al alza.

-Publicado hoy en el periódico Las Provincias

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