BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

José Tomás revienta Alicante: plaza y alrededores

José Luis Benlloch
lunes 08 de agosto de 2022
El de Galapagar restaña la herida de Jaén con momentos excelentes; emoción y cercanía en el toreo de JT y lealtad al ídolo en los tendidos, componentes de su triunfo

Tres orejas. Puerta grande. A falta de grandes faenas, momentos excelentes. Un quite por gaoneras al segundo rememoró al mejor José Tomás. Firmes las zapatillas, en realidad enterradas, los pitones del toro le pespuntearon las medias. Soberbio el momento, de los que siempre valían por una tarde. Una serie sobre la zurda levantó justamente al público de los asientos en el segundo. Una voltereta, tremendamente aparatosa en el tercero, encogió los corazones de las más de 11.000 almas que abarrotaban la plaza de Alicante. Emociones y más emociones, y eso en el toreo son palabras mayores, principio básico. Primero la emoción, también la ilusión cuenta mucho, y luego, si quieren, hablamos de calidades, pero si no hay emoción no vale la pena seguir adelante. Unas afloraban por la vía de la quietud, las más; otras por el buen toreo, que también lo hubo; los recuerdos y las nostalgias de los leales, sin olvidar la lealtad inquebrantable al ídolo, también contaron lo suyo a la hora del balance final. 

Apreturas. Y más apreturas. Alicante reventado, plaza y alrededores. Hubo que retrasar el comienzo, cinco minutos, para que la gente se acomodase. Otra ley inquebrantable que se ha zampado JT, la puntualidad. Con él los toros comienzan cuando se puede. Un gozo en este caso y una preocupación, dado el motivo. No tenemos las plazas para esos llenos y no digo que tampoco para esos precios porque cuando interesa y lo de ayer vaya si interesaba, la ilusión puede con todo y vista la respuesta si hay que vender el colchón se vende.

Se lidiaron cuatro toros, a tomar viento los tradicionales seis, de Juan Pedro, de Garcigrande, de Victoriano del Río y de Domingo Hernández, un conjunto bien presentado en líneas generales, ninguno fue rematadamente bueno ni tampoco los hubo imposibles. En general, cuando les exigió, a excepción del segundo, se vinieron a menos. Del conjunto se puede decir igualmente que tuvo más movilidad que clase, que no se dejaron torear de capote y acabaron poniendo a prueba la inactividad del torero.

Al de Galapagar, que compareció vestido de corinto y oro, lo recibieron con una fervorosa ovación. Brindó el primero y el último al público. Todas las faenas fueron acompañadas por la música, que tocó con impaciente inoportunidad y acabó siendo el elemento distorsionador de la tarde. Su primera faena al juampedro, que fue más bonito que bueno, arrancó con la que fue siempre su arma principal, la que hacía la diferencia: la ausencia de toques. Pero esa declaración de principios se fue diluyendo a la vez que el toro fue menguando en su acometividad ante lo cual no pudo corresponder a la expectación con la que había nacido la tarde. Compás de espera.

Lo mejor llegó en el segundo, de Garcigrande, escurrido y altón que blandeó de primeras provocando las protestas del público. Aguantó el presidente firme y acabó teniendo razón. El toro se vino arriba en banderillas y mantuvo la acometividad a lo largo de la faena. Lo mejor surgió sobre la mano izquierda. A falta de temple, a José Tomás le engancharon mucho los engaños, ofreció quietud. A falta de limpieza, ajuste, el toro le pasaba muy cerca, que es otro elemento diferenciador en las mejores versiones del madrileño. Importante también, mucho, fue la ligazón y la extensión de las series, alguna de las cuales se prolongó hasta allá, donde cuesta contener respiración. Se enervó el público y en ese ambiente todo se hace imparable. JT se entregó en la estocada y le concedieron dos orejas. 

El tercero, de Victoriano, no se dejó torear de capa como el resto. Unos doblones asentaron al toro, que en la faena de muleta, a falta de buen fondo, cuando se vio obligado hizo por el torero volteándole aparatosamente. La réplica fue una excelente tanda de naturales y unas manoletinas emocionantes que desataron gritos de ¡torero, torero! A este le cortó una oreja que pareció poco premio para la inercia emocional que llevaba la tarde. En el cuarto no tuvo opciones.

Visto lo visto, al acabar me preguntaba lo mucho que podía favorecer a la Fiesta y a su propia historia que José Tomás asumiese la competencia con los otros grandes del momento y/o diese ocasión a los jóvenes o se prodigase más allá de esas actuaciones puntuales y exageradamente medidas en todos los frentes, incluida la ingeniería financiera… pero mucho me temo que ha pasado el tiempo. De Alicante se va con la herida de Jaén restañada. Así que punto y seguido, continuará o eso cabe suponer. 

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