FERIA DEL SOL

Marco Pérez deslumbra en Mérida

Rubén Darío Villafraz
martes 13 de febrero de 2024
Un total de diez orejas se cortaron en el festejo que cerró este año el Carnaval Taurino de América; sobresalieron las formas del novillero salmantino -doble indulto incluido- así como clase y variedad de y la entrega de Colombo, también a hombros

Nuevamente la gente disfrutó de una tarde de toros entretenida de principio fin. No en vano la expectación era a millón, pero al final de cuenta no del todo se registró la entrada esperada. Pero es entendible en razón de lo golpeada económicamente que está la ciudad. Cabe destacar la gran apuesta que han hecho las empresas pese a que no del todo se ha visto cristalizado en lo económico. Se lidiaron toros colombianos de Juan Bernardo Caicedo, encierro con presencia y juego acorde a lo que aspira el aficionado que por estos momentos hace el sacrificio de ir a toros en este país. Incluso el toro de rejones, de El Prado, así como el sobrero de regalo de Rancho Grande, ofrecieron opción de triunfo para los respectivos lidiadores.

Abrió plaza el rejoneador Francisco Javier Rodríguez, quien sorteó las embestidas templadas de un animal que en los cuatro rejones de castigo que le colocó mostraría acometividad a las cabalgaduras. Pero lo mejor vino en banderillas, cinco farpas, en especial un par colocado a dos manos. Faena de mérito y pulcritud en la ejecución de las suertes. Una pena que fallara en reiteradas ocasiones con los aceros.

En lidia ordinaria vendría abrir cartel Alejandro Talavante, quien pechó con un lote que le dejó estar toda la función a gusto. Lo manifestó en su primero, animal el cual en los primeros tercios marcaría tendencia a cortar viaje y frenarse en las telas. Pero esto cambiaría tras el buen tercio de varas y rehiletes que se prodigó la cuadrilla, para luego en la muleta poco a poco Talavante ir enseñando a embestir al galimatías que representaba el toro ante la pañosa. La templanza, la firmeza y el sitio, el extremeño dejó constancia la gran diferencia con respecto a los demás, a tal punto de meter en el engaño y hacerlo ver mejor de lo que en realidad era. El espadazo, entero y ligeramente desprendido, sirvió para la concesión un tanto generosa de las dos orejas.

De nuevo repetiría actitud y disposición Talavante ante otro juanbernardo que de toriles no mostraba claridad en sus embestidas. Pero para ello tenía enfrente un torero con la capacidad de entenderle y ofrecerle lo que requería, eso mismo que hace la diferencia entre lo ordinario y lo excelso, como esos toques y altura en el manejo de los engaños, distancias y repertorio. La ración de espada, tres cuartos tendidos, suficientes para de nuevo el corte de las dos orejas.

Jesús Enrique Colombo se tuvo que jugar el tipo ante la embestida bravucona e incierta de su primero toro. Tras las banderillas, la faena estaba embalada al éxito, desde el inicio de labor, frente a las geniudas y encastados viajes del burel, como una locomotora, que requirió de una muleta firme y poderosa para hacerse presente. Emoción y tensión en cada tanda, que mantuvo en vilo la atención de todos. Los tres cuartos de espada en lo alto mandaron a las mulillas al dije y para Colombo una de las orejas más justificadas de las varias que ha cortado este año por ruedos nacionales.

No tendría opciones con el complicado y peligroso segundo de su lote. Un toro con peligro sordo ante el cual se justificó más de la cuenta cuando otros hubiesen abreviado. Se le silenció tras despenarlo de estocada caída. Solicitó el sobrero, animal que desentonaba del lote lidiado en cuanto a presencia e incluso en las nobles pero endebles embestidas que hizo que Colombo sacara a relucir todo su repertorio en aras de conquistar la oreja que le permitiera la salida en hombros. Se afanó por ambos pitones, con hambre y ambición de triunfo, frente a la entrega incondicional de gran parte de los aficionados. El espadazo ligeramente tendido en buen sitio fue motivo para que cortara una oreja.

Lo de Marco Pérez fue llegar y besar el santo ante la entrega de la afición emeritense. Nunca se había visto tanta efervescencia por torero alguno en esta plaza como la recibida por el menudo diestro salmantino desde su recibo con el percal en templadas verónicas, llevando a placer las nobles y pastueñas embestidas de un gran utrero como lo sería el castaño tostado que llevó por nombre Aplicado. A placer se explayó Marco Pérez con este extraordinario utrero, por ambos pitones, componiendo la figura en cada muletazo, que tanto por la diestra como por la zocata dejaría impresa el imberbe torero, al que se le arroparía al culminar cada serie una ovación de pie de toda la plaza, imantada a las cualidades de un torero que supo de la misma forma entender al pie de la letra las bondades del morlaco. Ni siquiera le dejarían perfilarse para intentar la suerte suprema, pues ipso facto, el usía sacaría el pañuelo naranja del indulto ante el trasteo de la feria más completo e impoluto de cuantos se han visto. La vuelta al ruedo apoteósica fue de clamor.

Su actuación de cierre fue otro recital de inteligencia y capacidad lidiadora. De capote en sus genuflexas verónicas para luego cambiar el viaje por la espalda en el inicio de la faena de muleta. Ese prólogo nuevamente colocó en vereda a toda la plaza, esa misma que coreó con pasión series de seis y siete muletazos, con pases de todas las marcas. Vamos, que parecía que estuviera en el patio de su casa jugando al toro, en esta ocasión ante otro utrero destacado, pero sin la clase ni el tranco del anterior. El remate de labor vino adornada por una manoletinas ceñidísimas, cenit más que justificado para que de nuevo y de manera apresurada el presidente del festejo asomara otra vez el pañuelo naranja y de esta manera se indultara al novillo, un hecho inédito en esta plaza que torero alguno debutando se le fueran sus astados al corral por la vía de los indultos.

Mérida (Venezuela), lunes 12 de febrero de 2024. Toros y novillos (4º y 7º) de Juan Bernardo Caicedo, bien presentados y nobles en conjunto. El cuarto, Aplicado, número 460, de 400 kilos, indultado; al igual que el séptimo, Ilusionista de nombre, número 363, de 340 kilos. Un toro de El Prado (1º), para rejones, y de Rancho Grande (8º), como sobrero de regalo. El rejoneador Francisco Javier Rodríguez, palmas tras aviso; Alejandro Talavante, dos orejas y dos orejas; Jesús Enrique Colombo, oreja, palmas y oreja en el sobrero de regalo; el novillero Marco Pérez, dos orejas simbólicas en ambos. Entrada: 9.000 espectadores.

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