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“¡Matías, qué malo eres!”

Le pregunta un vecino al señor alcalde en vista de que su hijo no ha entrado en quintas aún, a pesar de ser ya talludo y lucir una incipiente calvicie…

Le pregunta un vecino al señor alcalde en vista de que su hijo no ha entrado en quintas aún, a pesar de ser ya talludo y lucir una incipiente calvicie: “¿Es que su hijo todavía no tiene edad para ir a la mili?” La respuesta del poncio es clara y rotunda: “Ni la tiene ni la tendrá mientras su padre sea alcalde”. Bueno, pues con la puerta grande de Vista Alegre ocurre tres cuartos de lo mismo. Esa puerta de la gloria no se abrirá para determinados toreros mientras Matías sea señor de horca y cuchillo del palco presidencial. Poco importa que la faena haya sido meritoria y vibrante y que los tendidos luzcan cuajados de blancos pañuelos. El lunes día 19 ya se la cerró a Enrique Ponce y hoy se la ha tapiado a Iván Fandiño.

Una de dos; o Matías no sabe una papa de lo que es una faena grande o se ha juramentado consigo mismo para que esa puerta se abra solo cuando a él le viene en gana. O quizás la verdad resida en el grito de un espectador que ha exclamado esta tarde ante la injusticia perpetrada con Fandiño: “¡Matías, qué malo eres!” Aunque a lo mejor el hombre cree que presidir bien es ponerles palos en las ruedas al triunfo de los toreros, y entonces lo que hay que hacer es mandarlo con la música a otra parte. Y hablando de música, el ínclito también parece que padece de “musicofobia”, porque indica a la banda de música que utilice sus instrumentos cuando ya está la faena hecha, y lo único que consigue el pasodoble es estorbar a la concentración del torero para tirarse a matar.

Pero ¿qué tendrá Matías que todo el mundo le da coba cuando le oyen, aunque por lo bajini lo pongan pingando? Para mí Matías sólo es un fenómeno robándoles los triunfos a los toreros. En lo demás es de tercera regional. Claro que posiblemente lo que busca Matías con su extraño comportamiento en el palco es que hablen de él aunque sea bien…