David Reus: Suerte contraria

Quique Soler
miércoles 01 de junio de 2011

Cuando pusimos en marcha ‘Los ojeadores de Aplausos’ en la web, pronto recibimos muchos mensajes hablándonos de un novillero de Alicante que nos decían que se merecía una segunda oportunidad. Pues bien, hoy inauguramos esta nueva sección con él. Os lo presentamos, su nombre es David Reus.

Triunfar en la vida depende de muchos factores. Y, en especial, de la suerte. Y de esto sabe mucho nuestro protagonista, David Reus, a quien, de momento, la fortuna le está dando la espalda. Para empezar, nació un 13 de octubre de 1982, una día que puede quedar en una simple anécdota o que te puede marcar para toda la vida si eres supersticioso… y aunque no lo seas.

Desde muy pequeño ya se le veía pegar muletazos y capotazos en la galería de la casa de su abuela Isabel, donde las vecinas aclamaban al pequeño torero y le lanzaban claveles y piropos cuando apenas había cumplido los cinco años. Porque David vivió el mundo del toro de chiquitito, ya que unos de sus tíos maternos -que llegó a ser apoderado de un matador de toros mexicano llamado Felipe González- le abrió las puertas de un mundo nuevo para él.

Y así fue creciendo su afición, soñando desde muy pequeño con vestir los trajes de luces que pasaban por casa de su abuela y sin parar de dar lances al aire con un capote. Hasta que un día se plantó frente a sus padres y les dijo que quería ser torero. Fue entonces cuando lo inscribieron en la escuela taurina de Alicante y comenzó a fraguarse su sueño.

David recuerda que sus principios no fueron muy buenos, “incluso querían que dejara de torear; pese a que tenía buenas maneras y toreaba muy bien de salón, los que llevaban la escuela se fijaban en otra gente y me dejaban un poco de lado”. Pero su situación mejoró considerablemente a los dos años cuando los hermanos Manzanares se hicieron cargo de la escuela y le dieron la oportunidad de torear con mayor asiduidad e ir cogiendo poco a poco oficio y, sobre todo, la confianza que necesitaba.

Las cosas iban rodadas. Debutó como becerrista en Alicante, el 18 de junio de 1999, y acto seguido participó en varios concursos de novilladas por la zona, incluso ganó un par, con la particularidad de que uno de ellos le daba la oportunidad de participar en las novilladas nocturnas de julio de Las Ventas. Pero, cuando parecía que todo iba bien y que su sueño de torear en Madrid se cumpliría, llegó su primera cogida fuerte en Francia, en la final del bolsín de Bougue en mayo. Del percance salió con un brazo maltrecho, varias costillas rotas, lesiones musculares, una cornada en la ingle y, sobre todo, con la rodilla izquierda destrozada por completo. El sueño de Madrid se esfumaba, las más de 20 novilladas firmadas para esa temporada se iban al traste y la recuperación del grave incidente le apartaría de los ruedos casi año y medio.

Pese a todo, cuando volvió a vestirse de luces, le propusieron debutar con picadores, pero el infortunio se cruzó en su camino una vez más y tuvo otro percance entrenando en el campo, el cual, en esta ocasión, le costó una clavícula rota y una nueva operación en la rodilla. “Después de estos dos duros golpes la gente se pensaba que no volvería a los ruedos, pero era mi ilusión y quería seguir luchando, estaba loco por torear”, explica David.

Y así, una vez más, se recuperó y volvió a torear por varios pueblos de Alicante, La Rioja, Santander, Albacete… hasta que le llegó la oportunidad de debutar con picadores en la feria de Hogueras de Alicante, que desestimó en un primer momento, pese a la ilusión de torear frente a su público, “ya que había toreado poco hasta ese momento y sabía que, además de ganas, uno tenía que tener un oficio cogido para ir a una plaza como Alicante”, y aplazaron esta fecha tan señalada en la carrera de un torero.

 

 

 

 

Y llegó la feria de agosto de Alicante de 2002, y llegó el día. Todo estaba listo para triunfar con los novillos de Millares pero, una vez más, las cosas no salieron del todo bien. “El debut no rodó como yo esperaba, ni como lo esperaba la gran cantidad de gente que vino a verme. Era un día de mucha responsabilidad y, tal vez, fue todo un poco precipitado, ya que no estaba lo suficientemente preparado todavía”, se lamenta David, que veía como su sueño se alejaba, así como una temporada planificada alrededor de lo que sucediera esa tarde.

 

Además del daño que hizo su actuación en Alicante en su camino hacia matador, ese mismo año la mala suerte se cebó con su familia. Caía enferma su madre y más tarde su padre, por lo que David, “un tanto desilusionado” por cómo le estaban marchando las cosas, tuvo que dejar de lado su pasión por los toros para hacerse cargo de ellos.

Y así pasaron casi tres años hasta que un amigo suyo, Jose María Manzanares, decidió que quería seguir los pasos de su padre y ser torero. Entonces David empezó a entrenar con él, y durante seis meses compartieron entrenamientos, campos y tentadores, y se despertaron viejas ilusiones.

Pero entre 2005 y 2006 sólo toreó unos siete festejos, prácticamente todo festivales. Así, desde entonces hasta hoy, apenas ha podido vestirse de luces, y en muy pocas ocasiones de corto en la finca del algún amigo ganadero. Aun así no cesa en el empeño de cumplir su sueño y hará lo que haga falta para ello: “Siempre se ha cruzado un obstáculo en mi camino, pero he querido ser torero toda la vida y creo que con mi afición y mi constancia algún día lo conseguiré”.

Ahora está volcado en entrenar y torear de salón para, esta vez sí, estar preparado cuando le llegue la oportunidad: “Sé que las cosas están muy complicadas hoy en día pero mi forma de concebir el toreo puedo dar de que hablar en un momento dado y, si me dan una oportunidad, la voy a aprovechar”. Él se define como un torero al que “le gusta hacer el toreo puro, de echarlo adelante y tirarlo atrás… No digamos de arte, pero sí clásico y puro, de hacer las cosas bien y muy despacito, y con ese pellizco que en un momento dado sorprenda y guste a la gente”, siempre con el maestro Manzanares, su gran ídolo, como referencia.

Esta es la carta de presentación de David Reus. Ahora que ya le conocen sólo falta que le den esa oportunidad para lanzar de nuevo la moneda al aire y que, por fin, salga cara. Ilusión y ganas no le faltan. Todo por un sueño: ser matador de toros.

 

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