Lo dijo Luis Francisco Esplá en su comparecencia en el Parlament Català, y lo repitió uno de los grandes del torero actual en una reciente entrega de premios…
Lo dijo Luis Francisco Esplá en su comparecencia en el Parlament Català, y lo repitió uno de los grandes del torero actual en una reciente entrega de premios: “La generosidad con que se juega la vida para divertir al público es una de las principales virtudes del torero”. Y el autor de la frase es de los que se comprometen sin trampa ni cartón, e interpreta el toreo con notable grado de pureza, dentro de su peculiar e impasible estilo. Pero respetando todas las opiniones, uno piensa que si el hecho de torear tuviera como objetivo principal divertir a los espectadores, no valdría la pena asumir el riesgo que comporta. Dijo Juan Belmonte que se torea como se es, lo cual es muy cierto. Por lo que existen tantas maneras de entender el toreo como hombres capaces de interpretarlo. Para muchos el toreo es un oficio con cuyo ejercicio sólo pretenden hacer su particular revolución social. Algo absolutamente legítimo, porque no existe dinero mejor ganado que el salario del miedo de tan peligrosa profesión. Lo que no parece lógico es que el torero entienda que su principal compromiso es divertir al espectador. En la creación de la obra se dejan jirones del alma. En cada pincelada del pintor, en cada nota del compositor y en cada pase del torero está el latido de un corazón de artista. No se puede crear sin sufrir, y el sufrimiento del torero es superior al de cualquier otro creador. Además, el buen aficionado no va a los toros a divertirse sino a gozar de la obra de arte. Torear es algo más que divertir al personal. Y la creación artística del torero es un parto con dolor. O así lo entiendo yo…
