La Pincelada del Director, por José Luis Benlloch

Gozos y contradicciones en San Fermín

José Luis Benlloch
martes 18 de julio de 2017

Pobre de mí. De nosotros. Se acabó San Fermín. Volvemos a la normalidad. Tardaremos en ver en torno al toreo tanta vida, tanta pujanza, tanto motivo para presumir. En la calle, en la plaza, en las tertulias… y también en los despachos, donde reina otra filosofía, otra ética y otro modo de hacer, porque pueden pero también porque quieren, quede claro. Pobre de mí. De nosotros. Se acabó San Fermín. Volvemos a la normalidad. Tardaremos en ver en torno al toreo tanta vida, tanta pujanza, tanto motivo para presumir. En la calle, en la plaza, en las tertulias… y también en los despachos, donde reina otra filosofía, otra ética y otro modo de hacer, porque pueden pero también porque quieren, quede claro. Este año el debate es la valoración de las orejas, el rebaje de unas, también el sobreprecio con que se topaban otros y el dolor de la comparativa. No es nuevo pero nunca fue tan evidente, por momentos escandaloso, todos conocemos -y respetamos- la personalidad de Pamplona, pero hay cuestiones de fácil y lógica reconducción. En ambiente tan feliz no deberían caber las injusticias. El consuelo es que una semana después el aficionado recuerda lo que debe recordar y faenas como la de Ferrera, ninguneada en tiempo real, se engrandeció en la memoria del aficionado.

Este año el debate es la valoración de las orejas, el rebaje de unas, también el sobreprecio con que se topaban otros y el dolor de la comparativa. Y otro agravio es la diferencia de toro de unas tardes a otras

Otra cuestión de debate, ésta no sé si tan reconducible, también tiene mucho de agravio comparativo, la diferencia de toro de unas tardes a otras. Saliendo todas las tardes el toro/torazo de Pamplona, ha habido días que parecían salir de dos en dos, tal era el trapío exagerado que exhibían. Estoy pidiendo una regulación y no, quede claro, una reducción. Estoy pidiendo café para todos, aquí que se puede, café para todos y en todo caso que las diferencias no vayan más allá de un café manchadito para algunos. El problema no es de ahora, Salvador Pascual ya aseguraba y se quejaba en su tiempo de que San Fermín eran dos ferias, las de unos y las de otros, pues ahí seguimos, con la del toro/torazo de Pamplona y con la otra, la que se adentra en el toro desaforado y ¡hombre! eso no mejora nada y pone a los protagonistas, a algunos, toreros y ganaderos, en clara desventaja con los compañeros.

Los sanfermines 2017 se recordarán por la excelente corrida de Jandilla, por el toro Forajido, de Victoriano, por la inmensidad de los miuras, la faena de Ferrera, el apretón de los jóvenes, el golpe de Cayetano, la heroica de Rafaelillo…

Por encima de cuestiones a mejorar, este año se recordará ganaderamente por la excelente corrida de Jandilla, por el toro Forajido, de Victoriano, y por la inmensidad de los toros de Miura sobre todo. También por la faena de Ferrera, paz en medio del huracán, la torería al rescate de tantas “inas” y parones con los que nos acosan, por el apretón de los jóvenes, Marín especialmente, que sigue avanzando, Roca Rey, Rubén Pinar, Javier Castaño, López Simón, el golpe de Cayetano, que en todos los momentos decisivos de su carrera ataca y resuelve, y por la heroica de Rafaelillo.

El establishment, empresarios y también toreros, que nadie escurra el bulto, pretende borrar de la faz del planeta toro la Feria de Julio

CERET Y VALENCIA.- Se acabaron los sanfermines, también Ceret, referencia nostálgica de la Cataluña taurina. Su pequeño ruedo, sus cánticos y su liturgia ancestral y propia, es el argumento definitivo para desmontar la falacia antitaurina de la clase política de la Cataluña española que nos venden como cultura extranjera y bárbara cuando podrían decir que es tan propia de ellos como de nosotros si es que ellos y nosotros somos distintos. Eso, además de ser un referente de primer orden torista y de un modelo de gestión en el que la participación es clave. Ahora tocan las ferias que abren la puerta al duro, largo e intenso agosto, tiempo, hasta llegadas las celebraciones de septiembre, que marca la plenitud en la que España, ahora sí, se convierte en un inmenso ruedo.

En Valencia comenzaron los festejos de Julio, feria a la que el establishment, empresarios y también toreros, que nadie escurra el bulto, pretende borrar de la faz del planeta toro. Primero pidieron la redimensión, se les concedió. Es lógico. Replegarse para fortalecerse. Luego le aplicaron desatención. Y finalmente le restaron interés. Miro hacia atrás, escucho argumentos y si me permiten la vulgaridad sólo se me ocurre aquello de prometer hasta… Y ahora dirán que no tiene salvación, que está amortizada, fuera de tiempo, que el público le ha vuelto la espalda. No es del todo cierto, antes le volvieron la espalda otros. En ese ambiente el gran atractivo, eso lo dice todo, ha sido el certamen de escuelas taurinas, tres clases prácticas a la búsqueda de nuevos valores. Ha sido todo un éxito. Acudieron más de cuatro mil espectadores cada tarde. Seguramente dos veces, tres, cuatro, cinco veces más que los espectáculos que financia el Ayuntamiento del errático Ribó con la pasta de todos. A cada cual lo suyo: se cuidaron los detalles, el ganado, erales buenos y bonitos de La Palmosilla, y la plaza esplendorosa y activada, las fotos de Manolete por doquier, la exposición de Montoliu, la desencajonada y el homenaje al toro en la calle que se anuncia… sólo faltan los carteles al estilo Valencia, los que marcaron su categoría y su sitio en la historia. Salirse del estilo propio nunca condujo a nada bueno. Dicho por experiencia. Esa aventura ya la vivimos.

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