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Machismo

Carlos Ruiz Villasuso
domingo 12 de agosto de 2018

El machismo en la Tauromaquia es directamente proporcional a la proporción de machismo de cada contexto social. Es decir, el toreo no tiene la exclusividad del machismo en España, como se pretende hacer creer. Ya saben, el torero macho y esas cosas. Es innegable que, en el contenido de la Tauromaquia, la mujer no ha tenido una razón de igualdad respecto al hombre. Y que, tantas veces, nos encontramos con una visión entre decorativa y observadora. Innegable incluso en este presente. Reconocer lo evidente es el primer argumento para demostrar otra evidencia: el toreo posee el mismo grado de machismo que otras actividades, culturas, expresiones contextuales artísticas.

En el ochenta por ciento de las películas, dos de los tres protagonistas con guiones más extensos son hombres. La cuestión está en que, de facto, las mujeres no provocan este cambio de forma conceptual. ¿Por qué las mujeres del cine no protestan por la existencia de premios (gala de los Goya) a la “interpretación masculina” y la “interpretación femenina”? Admitir esta discriminación por razón de sexo es el paso más firme para la significación del machismo. Significa admitir que, o hay dos tipos de interpretación distintos diseñados para hombre y para mujer, o que no es lo mismo la interpretación de una mujer y de un hombre como artista y profesional. O que hay un arte para la mujer y otro arte parta el hombre. El artista es. No es hombre o mujer. Es. Por mucho que demanden año tras año su legítima cuota, si no emprenden el fondo discriminatorio de su propia gala, han fracasado. La paridad nace de la libre concurrencia del talento individual. No es una cuestión de cuotas.

Sería bueno que el feminismo deje de lado su machismo feminista y señale con el dedo allí donde hoy el derecho de pernada es una realidad. En las redacciones de los medios, en las listas de aspirantes a actuar, a escribir, a pintar… Es curioso cómo cierto feminismo solo es una máscara que, desde la propia mujer, ampara el peor y más sórdido de los machismos

Es curioso que, al hablar de machismo, el toreo se lleve la palma. De cada cien novedades de libros, solo un cuarto pertenecen al talento de una mujer. El Museo del Prado tiene expuestos ocho mil cuadros, pero de los ocho mil, resulta que hay ¡siete mil novecientos noventa y seis firmados por hombres y cuatro por mujeres! La lista que cada poco tiempo se publica desde el propio mundo del arte con los cien pintores más importantes de la historia, apenas una o dos mujeres entran en ese ranking. Ferias como ARCO en Madrid y otras tantas en el circuito del mundo del llamado “arte” se convierten en una expresión de machismo brutal en las noches de prebendas.

Ser curadora de arte en el mundo del arte, ese que tanto ronea de feminismo, es tanto como decir que se ejerció el derecho medieval de pernada. Curiosamente, un mundo desde el cual se pretende liberar del machismo cultural y social a la mujer. Pero que es, afirmo alto y claro, uno de los sostenedores más evidentes del neomachismo. Que consiste, entre otras cosas, en que la mujer con éxito puede llegar a ser más gorila que el gorila macho. Que el macho usa a la hembra con un machismo revestido de tolerancia y buenos modos. Y no hablemos del mundo del fútbol, de tantos y tantos mundos donde el machismo se expresa de forma distinta que en el toreo. No quiero decir que haya buen y mal machismo. Digo que se expresa distinto.

Porque en el mundo del mercado del arte, en el del cine, el teatro…, una mujer con talento se enfrenta al hecho de ser mujer, al hecho de la prioridad por el autor hombre, y al hecho de que otras mujeres sin talento persigan lo mismo que las de con talento. Buscan estar en la actividad, no detrás de ella. En la Tauromaquia la mujer busca más desde ser espectador(ra) que ser torero/a. Se sabe de unas dos mil mujeres que quisieron y fueron torero/as. ¿Saben cuántas mujeres han querido ser actrices en la historia del cine, del teatro, cuántos millones de ellas han querido editar su obra, exponer su cuadro? Millones. Por tanto, el machismo en el toreo es muy distinto en su actividad que en las otras artes. Sería bueno que el feminismo deje de lado su machismo feminista (hembrismo) y señale con el dedo allí donde hoy el derecho de pernada es una realidad. En las redacciones de los medios, en las listas de aspirantes a actuar, a escribir, a pintar, a cantar… Es curioso y hasta pervertido cómo cierto feminismo solo es una máscara que, desde la propia mujer, ampara el peor y más sórdido de los machismos.

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