La Pincelada del Director
Madrid - Feria de Otoño - Domingo 7 de octubre de 2018Madrid - Feria de Otoño - Domingo 7 de octubre de 2018

Urdiales y Gallardo, TARDE DE TOROS

Urdiales cuajó en Madrid lo que se adivinaba que podía cuajar. Los pasajes hermosos de otros días los amalgamó en dos excelentes faenas. Qué maravilla. Gallardo, que se erigió en el otro gran triunfador de la feria, no lo pudo ver pero puede estar muy orgulloso
José Luis Benlloch
lunes 08 de octubre de 2018

El fin de semana tuvo tensión informativa. Las declaraciones de Simón Casas a David ídem en Movistar comenzaron a animar el cotarro. Habrá bombo en San Isidro, anunció, y se formó el lógico revuelo entre los descreídos, expectantes y público en general que había dudado, natural, del recorrido de semejante experiencia. A Simón le gustan esos escenarios. Basta con verle y escuchar cómo enfatiza para comprobarlo. Está en su hábitat natural. Dados los resultados de la primera experiencia no debe extrañar el punto y seguido. Ver Las Ventas como se ha visto todos los días da para insistir, para felicitarse y hasta para convertirse al simonismo. El que no arriesga no gana y el tipo arriesgó y ganó y por si alguien tenía dudas incluso viendo la plaza llena, lo confesó el propio empresario. Otra rareza, un empresario confesando beneficios, así que no debe extrañar que insista. Ganó SC pero sobre todo ganó la Fiesta, que mostró lo que algunos comenzaban a dudar, hay vida. Y quedó claro una vez más que la decadencia se combate con ideas y laboreo. La fórmula cuando se aplica encuentra respuestas felices. El éxito tiene además una vertiente ejemplarizante no solo por el bombo en sí mismo y lo que supone de igualdad de oportunidades, justicia y demás, sino por lo que tiene de invitación a innovar.

Dados los resultados de la primera experiencia con bombo no debe extrañar el punto y seguido. Ver Las Ventas como se ha visto da para insistir, para felicitarse y hasta para convertirse al simonismo. El que no arriesga no gana, él arriesgo y ganó

No hay que atrincherarse, no hay que confundir respeto a los fundamentos del toreo, conservación de la esencia, blindaje de los cánones y bla, bla, bla… que es obligado, con inmovilismo. Con eso estamos donde estamos, en la raya del abismo. Así que hay que insistir, probar, avanzar, hay tajo. ¿Dónde está aquella idea de alterar el orden de la lidia, los jóvenes delante, las figuras cerrando?… pasa en los espectáculos más rutilantes y en los más reconocidos. Nadie se imaginaría a la Caballé levantando el telón pongo por caso. De esa manera ganarían los jóvenes, ganarían puestos, ganaríamos futuro y nos evitaríamos que se inventasen martingalas o recursos como las confirmaciones o el rejoneador por delante o la repesca imposible de antiguos nombres que no van a ninguna parte. Y el que habla de la antigüedad en la lidia habla de un campo de actuación por explorar enorme y unas costumbres, en ocasiones vicios, que necesitan de un revulsivo. El bombo es un ejemplo, con menos no se ha podido ganar más.

Luego en la plaza no acabó de haber suerte. O esa fue la sensación imperante porque suerte sí hubo, hubo gente, mucha gente en la plaza, desde luego como no es capaz de concentrar otro espectáculo más allá del fútbol; hubo pasión, polémica, cualidades inherentes al toreo de las mejores épocas; hubo revelaciones como la de Pablo Aguado, posicionamientos heroicos como el de Fortes, apoteosis como la de Diego Ventura, un tipo que cabalga a lomos de la rebeldía, la ambición y la creatividad -¡buena cuadra!- y acabó demostrando, otro, que quien apuesta gana.

La tercera fue la bomba. TARDE DE TOROS, con mayúsculas, de las que no se olvidan. Gallardo y Urdiales, Urdiales y Gallardo, pónganle el orden que quieran, se consagraron en la capital. El riojano cuajó lo que se adivinaba que podía cuajar. Los pasajes hermosos que había firmado otros días, la torería, las pinceladas, esta vez las amalgamó en dos excelentes faenas, la segunda especialmente rotunda, maciza, bonita y también honda. Qué maravilla. De triunfo rotundo. Inspirado en las entradas y salidas y en los remates, profundo en el toreo fundamental, cogiéndolo adelante y rematándolo detrás de la cadera. Todo ligado, muy ligado. Naturalmente Madrid se le entregó como no se le había entregado nunca. El ganadero de Fuente Ymbro, por su parte, envió un lote de imponente presentación. Uno desclasado, el quinto, garbanzo negro; otro con tomate, encastado y agrio, de esos con los que jugársela tiene premio, el segundo; uno desafortunado, cuando apuntaba a toro importante se partió una pata, el sexto; un primero bravo y codicioso que aun en los terrenos de dentro sacó casta y nobleza, cada recorrido valía La Habana; el tercero fue toro de gloria, de los que marcan una temporada, lo tuvo todo, prontitud, recorrido, nobleza y clase ¡vaya manera de colocar la cara!; y un cuarto, cuajado, serio, alto, que se olvidó de tan impresionantes hechuras para embestir por abajo con templanza y recorrido, y poniéndole en comparativa con su hermano anterior cabría la discusión de cuál fue mejor. Recordando la novillada que lidió la semana anterior, Ricardo Gallardo, que se reponía en la clínica de una tremenda “cornada”, se erigió en el otro gran triunfador de la feria. No lo pudo ver pero puede estar muy orgulloso. Por todo eso, Urdiales y Gallardo, Gallardo y Urdiales, y no me olvido de las agallas de Chacón, firmaron una memorable TARDE DE TOROS.

Si el festival de Valencia trataba de pelear por el futuro, los que tenían más futuro que defender son Roca Rey y Talavante. Los otros, Ponce y Juli especialmente, están a la otra parte del río. No entiendo sus bajas

Y hubo también decepciones. Esa es posibilidad frecuente, diría que un estado de amenaza inherente al toreo al que es difícil, en ocasiones imposible, darle un quiebro. Ese es uno de los grandes hándicaps del toreo, que haciéndolo todo bien nada garantiza nada. Suele suceder en los casos de más urgencia y compromiso. Es el que nos ocupa. Pedazo de corrida de Adolfo, seria y bien criada, pedazo de leyenda de bravura y casta detrás, enfrente otro tipo cargado de amor propio, uno de los mejores toreros de los últimos tiempos, en estos momentos en modo contestatario, Talavante, dispuesto a todo, o qué si no demostraba aquel paseo de la boca del burladero a la boca de chiqueros donde se clavó de rodillas para comenzar el duelo… pues nada de eso amarró el gran triunfo que parecía inevitable, ni siquiera evitó esa sensación de decepción a la que me refiero, ni lo que es más grave, impidió que un sector de público silbase al hombre que se había echado encima voluntariamente el peso de la feria, el mismo que había dado el paso adelante para hacer realidad lo que era un sueño de muchos de esos silbadores, sortear las corridas de igual a igual con todos los compañeros, el que aceptó anunciarse con una corrida que nadie de los de su estatus apetece o que abrió plaza sin mayores remilgos… Nada de eso pareció valer ¡A tomar viento el sentido de reconocimiento! Y lo malo no es que le silbasen, ningún torero en ninguna época ha estado exento de esa posibilidad, ni se le puede coartar a nadie esa libertad, lo malo es que en las circunstancias de la tarde, el bombo, la corrida de Adolfo de por medio, su misma presencia en Otoño cuando ninguno de sus colegas asumen ese compromiso, aquellos pitos eran una invitación a que nadie quiera seguirle los pasos y a estas alturas sonrían irónicos repantigados en la comodidad. Es evidente que la suerte total no existe.

La media verónica del último párrafo, para las ausencias de Roca Rey y Talavante, Cayetano está lastimado, del festival de Valencia. No hay razones que lo justifiquen. De todos los anunciados los que tenían más motivos y obligación de estar eran ellos. Al fin y al cabo se trataba de pelear por el futuro y de todos los anunciados los que tenían más futuro que defender son ellos. Los otros, Ponce y Juli especialmente, chapeau, están a la otra parte del río. Y si la guerra del futuro se gana con fondos para la resistencia, los dineros de la tele se antojaban importantes. No entiendo sus bajas.

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