REPORTAJE

Entre apuntes y muletas

Sus vidas giran en torno al toro pero a pesar de ser su máxima prioridad han decidido dar un paso más y complementar sus carreras taurinas con las que se aprenden en las aulas
Rocío Fernández
martes 02 de abril de 2019

Es habitual verlos rodeados de capotes y muletas. Pasando largas jornadas en el campo o viajando durante horas de ciudad en ciudad para asumir sus compromisos taurinos. Son toreros y su máxima en la vida posiciona el “universo toro” por encima de cualquier otra circunstancia, pero también son chicos y chicas de este siglo. Sus vidas transcurren al ritmo que marca la sociedad y hacen cosas propias de su edad. Por eso cada vez es más fácil encontrarnos a toreros que además de los trastos de torear van acompañados de apuntes y libros, y en sus agendas no sólo figuran las fechas de corrida sino también las de los exámenes. Universitarios y licenciados o graduados que hacen malabares para compaginar ambas facetas de manera exitosa.

Aunque al torero siempre se le ha adjudicado el estereotipo de hombre de campo y sin estudios, en los últimos años nos vamos encontrando con una postura más alejada de dicho perfil. De hecho, no es algo sumamente reciente puesto que toreros ya retirados como Luis Francisco Esplá, Vicente Barrera, Fernando Cepeda o Eduardo Dávila Miura pueden presumir además de contar con formación universitaria.

El torero de hoy ya no lo es por necesidad, lo que hace que pueda compaginar su carrera taurina con formación académica y por ello ya sea un número bastante más elevado el que cuenta con este tipo de estudios. “En mi caso fue un poco por imposición”, reconoce Juan Ortega, matador de toros e Ingeniero Agrónomo desde 2015. “Cuando acabé los estudios obligatorios hablé con mi padre y le dije que no quería estudiar más y que me quería dedicar exclusivamente a los toros. Mi sorpresa fue cuando mi padre me dijo que hiciera lo que yo quisiese pero que me ponía una condición: si no estudiaba no me iba a ayudar económicamente en nada. Yo, con 18 años y esa valentía ciega de la edad le dije que estupendo, que no lo necesitaba. Pero al mes, cuando tuve que comprarme el primer capote y eché mano a la cartera dije a mí no me salen las cuentas. Fue el empujón necesario para matricularse en la universidad, aunque la idea de estudiar no la tenía muy digerida. “El siguiente paso, como no pensaba estudiar de verdad, era irme de mi casa a otra ciudad donde no me controlaran mis padres. Así lo hice y me fui a Córdoba. El primer año de carrera, como era de esperar, fue un absoluto desastre pero después de ese primer año me di cuenta de que estudiar me estaba aportando muchas cosas que no conseguía de otro modo y al final me centré de verdad en la carrera”.

IMPOSICIONES FAMILIARES

Las imposiciones familiares coinciden en muchos casos en ser el motivo principal que lleva a estos jóvenes a pasar por las aulas. Es el caso del también matador de toros Pablo Aguado, graduado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Hispalense de Sevilla en 2014. “En mi casa me exigieron que para poder continuar con los entrenamientos y con la idea de ser torero tenía que seguir estudiando hasta acabar la carrera. Lo cierto es que con el tiempo lo he agradecido mucho porque me ha dado una visión de la vida distinta y más madura”, admite el sevillano, que se decantó por esta carrera “por el hecho de que el mundo de la empresa me llamaba la atención, sobre todo el tema de la contabilidad así como el marketing y la publicidad. Era una carrera de cuatro años y la hice en cinco”.

Son toreros y su máxima en la vida posiciona el toro por encima de cualquier otra circunstancia, pero también son chicos y chicas de este siglo. Cada vez es más fácil encontrarnos a toreros que además de los trastos de torear van acompañados de apuntes y libros. Universitarios que hacen malabares para compaginar ambas facetas de manera exitosa

Fue la misma por la que se decidió el mexicano Diego San Román. “La estudié en México pero cuando me venía acá a España estudiaba online. Duró cuatro años y medio así que la saqué curso por año y además con notas altas, era muy aplicado”, asegura el novillero, quien también admite haber comenzado los estudios porque así se lo exigieron en casa. “Al principio fue una exigencia de mi papá pero estoy muy agradecido de haberle hecho caso. Estudiar una carrera, además de que te ayuda a salir de lo estrictamente taurino, te hace empaparte de cultura, te abre los ojos y te da perspectivas de vidas distintas. Los toreros normalmente se encierran en un único círculo social y creo que es bueno compaginarlo con otros temas”.

Con la misma dedicación y entrega consiguió graduarse en Periodismo el matador de toros extremeño Miguel Ángel Silva. “Decidí estudiar por un cúmulo de factores que, a posteriori, hacen que me sienta orgulloso de le decisión que tomé. Mi afán por aprender, mis inquietudes académicas en el campo de Letras y Humanidades y la educación de mis padres fueron los principales motivos. La curiosidad que desde muy pequeño me despertaba todo lo que ocurría en mi entorno y fuera de él, el querer conocer historias y contarlas… en definitiva, el amor por la comunicación, me llevó a estudiar periodismo”.

Junto a los nombres de Juan Ortega, Pablo Aguado, Miguel Ángel Silva o Diego San Román encontramos los de otros licenciados como son los de Diego Silveti, quien estudió Relaciones Internacionales; Cayetano Rivera, quien comenzó Ciencias Empresariales para más tarde trasladarse a Los Ángeles con la intención de realizar producción de Cine o la rejoneadora Lea Vicens, quien cursó la carrera de Biología antes de dedicarse plenamente al mundo del toro. Pero ellos no son los únicos. En las aulas aún nos podemos encontrarnos con otros toreros como la novillera Rocío Romero, que estudia tercero de Enfermería o Javier Jiménez, quien se encuentra inmerso en sus estudios de Derecho.

Rocío Romero: “Mis apuntes se han recorrido media España. Hay que aprovechar los momentos de tiempo muerto ya que al fin y al cabo el secreto está en la disciplina. Hay tiempo para todo, sólo hay que saber organizarse”

“1º y 2º lo hice en Jaén pero este año, por comodidad, lo estoy haciendo en Córdoba porque a la hora de entrenar e ir al campo me viene mucho mejor”, explica la cordobesa. “En mi casa siempre me han inculcado la importancia de los estudios y la verdad es que se me da bastante bien, me gusta. Además es una suerte porque no le tengo que dedicar mucho tiempo. A clase voy lo justo y necesario ya que me preparo las asignaturas por libre aunque luego tenga que ir a hacer las prácticas”. El hecho de que no le robara demasiado tiempo fue el principal condicionante para que Javier Jiménez se decantara por el Derecho. “Vi que era una carrera que me iba a dar la posibilidad de ir menos a clase y entrenar más. Derecho al final es estudiar, estudiar y estudiar. Pero además es el día a día. Hace poco he estudiado derecho de sucesiones y sabes que al final alguien se te va a morir… digo esto refiriéndome a que se trata de algo práctico. Aunque no puedo profundizar tanto como otros compañeros por tener menos tiempo, sí tengo una idea general de lo que sucede en el Estado”. El diestro sevillano comenzó la carrera en la Universidad de Sevilla aunque actualmente la está cursando a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Me levanto muy temprano, aprovecho para ir al gimnasio y a las 9 o 9:30 de la mañana ya estoy estudiando hasta la hora de comer. Después tengo toda la tarde para entrenar”, apunta Jiménez.

LA DIFÍCIL COMPAGINACIÓN

Los toros y los estudios, dos mundos absorbentes donde la clave para poder compaginarlos se encuentra en la organización como todos ellos coinciden en garantizar. “Siempre he dicho que si uno quiere hay tiempo para todo. El día tiene muchas horas y como no se puede estar 24 horas haciendo una sola cosa, pues había tiempo para las dos. El día que tenía tentadero por la tarde estudiaba cuando llegaba por la noche”, afirma Aguado. Afirmación que mantiene también Juan Ortega: “A base de fuerza de voluntad y organización se consigue todo. Es verdad que siempre he priorizado el toro pero se pueden llevar las dos cosas perfectamente”. Algo más complicado por la diferencia horaria lo tenía el mexicano San Román en su época de estudiante. “Cuando estaba en España lo hacía por ordenador, el único problema que encontré fue que cuando tenía que hacer exámenes debido al cambio horario, tenía que despertarme a las 3 de la mañana. Pero me daba el tiempo perfecto porque entrenaba por la mañana y por la tarde y a la escuela le dedicaba la noche. Hay tiempo para todo, tan solo son ganas y decisión y plantearse bien los horarios”.

Admiten que siempre hay tiempo para el estudio, pero si no lo hay la solución está en arañar horas del reloj como se pueda. “Lo que yo hacía era estudiar en muchos viajes –apunta Silva-. Traté de ordenar mi vida con el objeto de tener tiempo para ambas cosas. No sé si acerté o no, pero con 22 años ya era matador de toros y periodista”. La carretera es precisamente una de las aliadas de Rocío Romero cuando de sacar horas para el estudio se trata. “Mis apuntes se han recorrido media España. Hay que aprovechar los momentos de tiempo muerto ya que al fin y al cabo el secreto está en la disciplina. Hay tiempo para todo, sólo hay que saber organizarse. Es verdad que yo vivo por y para el toro y que no hago otra cosa que no sea entrenar y estudiar, ya que suelo ir de 8 a 9:30-10 de la mañana a clase y así tengo todo el día para entrenar. Por la noche es cuando aprovecho para estudiar. Me dan las tantas pero la juventud y las ganas pueden con ello”.

VALIÓ LA PENA

Sin embargo todos recuerdan su tiempo en las aulas como un episodio bonito de sus vidas. “Le tengo un cariño enorme a esa época, además siempre ha estado muy ligado mi crecimiento universitario con el crecimiento taurino. Tanto es así que hice mi último examen de la carrera en septiembre de 2014 y diez días más tarde tomé la alternativa en Pozoblanco. Me hice ingeniero y matador de toros en un plazo de diez días de diferencia”, manifiesta Ortega.

Sacrificio y una tremenda dedicación están detrás de los logros de estos toreros que con el título ya en su posesión o en camino de ello han tenido la valentía de sobrellevar dos mundos tan dispares como absorbentes. Eso sí, exceptuando a Miguel Ángel Silva, que desarrolla su profesión como reportero de actualidad en el magacine diario A Esta Hora, de Canal Extremadura televisión, el resto no tiene intención alguna de ejercer la carrera que han estudiado o están a punto de finalizar. “Soy una persona a la que le gusta vivir el día a día así que ahora ni me lo planteo pero sé que haga lo que haga irá enfocado al mundo del toro porque el toro es mi vida. Aunque espero que sea en el ruedo”, admite Rocío, mientras Javier Jiménez señala: “No me veo ejerciendo. Lo tengo por tener algo más y ya que empecé me da mucho coraje dejarla a medias. Ya es cabezonería mía. Pero no me veo como abogado”.

Tampoco ha ejercido Pablo Aguado pero tiene claro que su consejo para los chicos y chicas que empiezan en el mundo del toro es tajante: “Que nunca dejen de estudiar por el hecho de querer torear. El día tiene muchas horas y hay tiempo para todo. Si se quiere todo se puede compaginar”. A lo que Ortega añade: “Yo también tuve ese momento de no darle importancia a nada y al final te das cuenta de que la vida te exige mucho y cuanto más formado estés más preparado estarás para afrontarla”.

Toreros del siglo XXI

Atrás está quedando el estereotipo del torero rural, que no sabe desenvolverse fuera de las plazas. Ahora los toreros pertenecen a esa nueva generación que consulta Internet y lee diarios y revistas. Siguen siendo hombres y mujeres de campo pero también son urbanitas. “Ojalá se acabe con ese estereotipo del torero sin estudios porque considero que los estudios son fundamentales para la vida y, aunque después te dediques a ello o no, una persona con estudios siempre tiene una riqueza cultural que le hace más completa”, garantiza el novillero Diego San Román, una visión que comparte el sevillano Juan Ortega. “El torero es un reflejo de la sociedad en la que vive. Gracias a Dios hoy en día apenas hay gente que no vaya al colegio porque no se lo pueda permitir. De hecho, muchísima gente estudia una carrera. Al final el toreo no es más que un reflejo de la sociedad y de las exigencias de la misma”. De hecho, como apunta Miguel Ángel Silva “también ocurre en el deporte y en otros ámbitos. Por pura lógica evolucionista. Lo contrario sería un absoluto fracaso”.

Una herramienta para la vida

En lo que todos ellos coinciden en asegurar es en que no estudian o han estudiado porque no se vean capaces de funcionar en el toro sino porque consideran una herramienta complementaria muy necesaria en los tiempos que corren. “Yo no estoy estudiando porque no vea claro mi futuro como matador de toros, simplemente es un compromiso más y del mismo modo que otros compañeros juegan a golf o van a clases de baile pues yo estudio derecho”, asevera Javier Jiménez con el mismo convencimiento que lo hace Romero: “Mi prioridad absoluta es el toro y mi futuro espero que siga ligado a él, pero contar con estudios me hace sentirme más completa como persona”.

Precisamente ese es otro de los puntos en los que todos están de acuerdo. “Estudiar aporta una madurez y un conocimiento de la vida especial. La carrera, sea la que sea, te aporta la visión de muchos ámbitos y todos se pueden aplicar al mundo taurino. Por ejemplo, cuando tratábamos algo de marketing o publicidad mi cabeza los trasladaba inmediatamente al mundo taurino”, afirma Aguado.

Una peculiar vida universitaria

Aunque ambos mundos son muy celosos de su tiempo y hay que esquematizar muy bien el tiempo para poder compaginarlos, casi todos nuestros protagonistas admiten que se vieron respaldados por profesores y compañeros: “Tuve suerte de hacer muy buenos amigos durante la carrera que a su vez son muy buenos aficionados a los toros y siempre me han ayudado mucho. Si yo me iba al campo ellos me ayudaban con los apuntes… incluso en algunos exámenes”, recuerda Juan Ortega, mientras afirma Aguado: “Encontré respaldo en algunos profesores aficionados que cuando les contaba que había días que no podía asistir a las clases o presentar los trabajos en los plazos señalados algunos lo entendían e incluso se interesaban por esa situación tan peculiar que supone estudiar y dedicarte a los toros a la misma vez”. Por su parte, el extremeño Miguel Ángel Silva asegura que “lo recibían con asombro. He tratado de llevar la Tauromaquia al ámbito universitario. Toreé con caballos en Sevilla y metí en la plaza a compañeros de todos los colores, ideas y gustos. Incluso a algún antitaurino. A los que no tenían ni idea de qué iba aquello los senté con amigos que lo iban explicando. Corté una oreja, disfrutaron y muchos volvieron. La empresa me dejó fuera de los carteles la temporada siguiente y ellos colgaron pancartas en la Puerta del Príncipe”. Sin embargo, no ocurrió lo mismo entre los compañeros del toro ya que algunos de ellos no parecían encajar de la misma manera que estuviera estudiando periodismo. “Había de todo. Desafortunadamente, la envidia siempre ha estado presente en este mundo. Muchos largaban que iba a ser “el nuevo Molés”. Ahora les veo haciendo cursos de marketing o de iniciación a la empresa agraria. También tuve simpatizantes”.

Diego San Román asegura guardar una bonita anécdota de su etapa estudiantil: “Tenía un profesor antitaurino y siempre quería que fuera a todas las clases si no me reprobaba todos los exámenes. Un día tuve un debate con él de por qué no le gustaban los toros. Al final le invité a una corrida en Querétaro y el hombre se hizo taurino. Aún sigo teniendo contacto con él y se interesa por mi carrera”.

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