Cuestión de genes

La revolución de los genes

Juan Cristóbal García
miércoles 14 de septiembre de 2011

Todos los aspectos que hemos analizado hasta ahora tienen como consecuencia el tercer gran beneficio, el gran recorte en los tiempos de la ganadería. El poder producir más toros y el tener un promedio de acierto en la selección mucho mayor permite a una ganadería evolucionar a una velocidad mucho más rápida. “En caso de cometer un error, se puede cambiar más rápidamente la dirección de una ganadería. Es un proceso más eficiente”, apunta Javier Cañón. “No cabe duda de que se avanza mucho más deprisa de lo normal. Es el proceso de selección en grado sumo”, sostiene el ganadero Victoriano del Río.

Pero el futuro puede ser mucho más esperanzador: “Hace un par de años se publicó un genoma bovino, lo que nos da unas posibilidades tremendas de explotar esa información. Se va a poder medir con más precisión el valor genético de ese animal. No hace falta ni que nazca, cuando aún es un feto se pueden extraer dos células y saber de qué genes es portador ese animal que todavía no ha nacido. Eso significa acortar los intervalos en generaciones. Ahora una generación de selección es de 6-7 años y eso se puede acortar a un año. Se consigue multiplicar por 6 el proceso genético”, adelanta Javier Cañón.

A todo eso hay que sumar que el avance de la genética puede prever enfermedades que sean heredables, además de que se abre un campo muy grande con la aplicación de las células madre. “Hay que tener en cuenta que hay explotaciones ganaderas como son las dedicadas a la carne o la leche que son más dinámicas que la del toro de lidia y todos los avances que se consigan en estos campos se van a poder utilizar posteriormente en las explotaciones de bravo”, señala Javier Cañón.

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