La Revolera

¡Qué paisaje y qué paisanaje!

Paco Mora
jueves 27 de mayo de 2010

En este país no se puede opinar antes de asegurarse de si lo que uno sabe de toda la vida ha sufrido algún cambio en las últimas veinticuatro horas. En la novillada del lunes día 17…

En este país no se puede opinar antes de asegurarse de si lo que uno sabe de toda la vida ha sufrido algún cambio en las últimas veinticuatro horas. En la novillada del lunes día 17, mientras el novillero Paco Chaves hablaba con Canal Plus, después de matar su segundo toro –debería decir novillo pero era toro- se le acercó un alguacilillo y le indicó que saliera a saludar al presidente. Mi primera reacción fue de indignación ante la intromisión y el desconocimiento que tenía el del plumero del reglamento taurino, que me recordó a un colega suyo de hace años, que iba y venía tamborileando por la cantonera de la barrera con una varita atada al dedo pulgar de la mano derecha, queriendo dirigir la lidia. Por cierto que un día, Enrique Patón, harto de su agobiante persecución, le pegó un tirón de la dichosa varita que casi le arrancó el dedo. No sé si escarmentó, porque en este país le pones un plumero y le das una vara a un buen hombre y se siente poco menos que Napoleón dirigiendo la batalla de Waterloo.

Bueno, pues ahora resulta que en Madrid, según el reglamento de la Comunidad, los diestros tienen la obligación –antes era cortesía, ahora es obligación que para eso estamos en democracia- de saludar al palco también después de matar al segundo toro. O sea que el alguacilillo cumplía con su cometido avisando a Chaves. ¡Y a mí que me habían enseñado que en el ruedo la máxima autoridad es el matador! Qué error, qué inmenso error. Acabaremos teniendo 17 reglamentos taurinos y antes de ponerse a torear, los aspirantes a toreros deberán hacer un curso para memorizarlos todos y así no caer en falta. ¡Qué paisaje y que paisanaje…!

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