El palco

Terrible dilema

Rafael Comino Delgado
miércoles 16 de marzo de 2011

Lo que verdaderamente mueve al torero es el sentimiento de “artista torero”, intenso y profundo, que hierve en su interior y que le hace vencer todo tipo de obstáculos, entre ellos el instinto de conservación…

Al torero se le plantea, en el ruedo, un terrible dilema; por una parte su natural instinto de conservación le aconseja que no se enfrente al bravo toro, porque puede herirle, incluso matarle, pero por otro lado su instinto de artista, el sentimiento torero, que arde en su interior, le empuja hacia el toro para poder expresarse, aunque para ello deba arriesgar su vida, pues el torero se siente atraído, arrastrado, hacia el toro por una profunda e intensa fuerza misteriosa, de la que no puede librarse.

Luis Miguel Dominguín decía que si los empresarios hubiesen conocido los ardientes deseos que él tenía de torear (en sus primeros tiempos pero ya figura) no le habrían pagado y hubiese toreado sin cobrar. Finalmente predomina lo segundo, es decir, el sentimiento de artista torero, porque es más intenso, y el torero se pone delante de ese majestuoso animal que es el toro y crea su obra de arte, la faena que, cuando hay inspiración y acoplamiento entre torero y toro, resulta bellísima, vibrante y emociona al público y al artista.

Dicha emoción es percibida de forma diferente, aunque parecida, por cada torero. Así, para Belmonte era un sentimiento lindero con lo sexual y erótico y Curro Romero tenía la sensación de levitar, por poner sólo dos ejemplos.

Probablemente algunos pensarán que lo que lleva al torero a enfrentarse a ese gran peligro es el dinero que ganará, y es posible que, en ocasiones, ello influya, pero puedo asegurar que si no se tiene el sentimiento de artista torero, si no se lleva dentro ese fuego o veneno, como lo queramos llamar, ni todo el dinero del mundo haría que un hombre se pusiera delante de un toro y le pegara pases, pasándose los pitones, una y otra vez, por la barriga; el miedo que experimentaría sería tan intenso que saldría huyendo despavoridamente. Por otra parte, sabemos que muchos toreros están más que ricos y, sin embargo, continúan jugándose la vida cada tarde.

Por tanto, lo que verdaderamente mueve al torero es el sentimiento de “artista torero”, intenso y profundo, que hierve en su interior y que le hace vencer todo tipo de obstáculos, entre ellos el instinto de conservación.

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