El Palco

Torear una al año

Rafael Comino Delgado
sábado 14 de enero de 2012

Probablemente la profesión de torero junto a la de misionero, en el tercer mundo, son las más vocacionales que existen, porque exigen renuncia a muchas cosas, total entrega…

Probablemente la profesión de torero junto a la de misionero, en el tercer mundo, son las más vocacionales que existen, porque exigen renuncia a muchas cosas, total entrega hasta el punto de arriesgar la vida constantemente para poder hacer aquello que tan intensamente se siente.

Efectivamente, el ser torero se fundamenta en un sentimiento fuerte, intenso, profundo, nacido en el mismo centro del alma, que cuando se tiene te invade, te domina totalmente, resultando imposible librarse de él, de tal manera que ocupa la mente siempre, empujando hacia el toro para ante él expresarse. Por eso ser torero es toda una filosofía de vida, una forma apasionada y apasionante de entender la vida y pasar por ella.

Sólo así se puede explicar que muchos toreros, diría la mayoría, pues a figuras sólo llegan unos cuantos, aún toreando muy poco, hagan vida de torero y se entrenen 365 días al año, como si tuviesen que torear al día siguiente. Muchos de ellos sólo torearán una corrida al año, generalmente en la ciudad de su nacimiento o residencia, pero es que otros están en peores condiciones, porque ni siquiera pueden torear una al año.

Da lo mismo, cada día se levantan y se acuestan pensando en el toro, entrenándose (corriendo, toreando de salón y, si pueden, en el campo) como si tuviesen firmadas 80 corridas, con la ilusión de un día “armar un lío muy gordo” en cualquier sitio, aunque mejor si puede ser Madrid o Sevilla, para a partir de ahí rápidamente situarse en figura, y eso un día y otro, y otro, ….., a veces durante muchos años. Inasequibles al desaliento, se les verá viviendo en torero, vistiendo en torero, andando en torero, hablando de toros, recordando algún éxito, que seguro lo hubo, reviviendo miles de sueños, entre los que seguro está salir a hombros por la puerta grande de las Ventas.

Y es que el que nació torero, vivirá y morirá torero, triunfe o no triunfe, vivirá sus sueños, que sólo son suyos y nadie se los puede arrebatar, y así debe ser. Todos los toreros me merecen un gran respeto, pero más aún esos que torean muy poco, o casi nada, a pesar de lo cual continúan preparándose como si tuviesen que torear muchas corridas y soñando que algún día cambiará la suerte, y harán realidad su gran sueño.

En homenaje a ellos he querido escribir este breve artículo y desearles que en la próxima temporada, que empezará muy pronto en Valdemorillo, puedan cumplir sus deseos.

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