Adiós a El Choni, adiós a El Mascle

Ha fallecido el decano de los matadores de toros valencianos
José Luis Benlloch
miércoles 28 de abril de 2010

El pasado jueves falleció en Murcia a los noventa años de edad Jaime Marco “El Choni”, decano de los matadores de toros valencianos. Fue torero de los considerados valientes, tanto que en su tierra natal le llegaron a rebautizar como El Mascle (El Macho).

El pasado jueves falleció en Murcia a los noventa años de edad Jaime Marco “El Choni”, decano de los matadores de toros valencianos. Fue torero de los considerados valientes, tanto que en su tierra natal le llegaron a rebautizar como El Mascle (El Macho) y, aunque su arrojo disimuló en no pocas ocasiones su buenas maneras de torero clásico, gozó de gran cartel en plazas como la de Valencia, Madrid, Sevilla y México, país que le acogió en las últimas temporadas de su carrera. Su último paseíllo tuvo lugar en Murcia en 1958, donde reapareció para darle la alternativa a Pacorro, al que apoderaba un gran amigo suyo.

El Choni nació el 20 de enero de 1920, aunque enciclopedias como el Cossio situaban el evento el mismo día del mes de noviembre. Siempre se le identificó como del barrio de Sagunto aunque en realidad nació en las proximidades del mercado Central, en la calle Cabalote, actualmente desaparecida tal y como siempre recordaba su amigo Serrano Romá. El traslado posterior del domicilio familiar a las proximidades del colegio de los Salesianos y el gran éxito de su pasodoble dieron por definitiva su adscripción a esa barriada. “El barrio de Sagunto tiene un torero, se llama Jaime “El Choni”, Jaime el primero…”, dice la letra y ya nadie quiso saber más, ni siquiera que su nombre era una deformación fonética de otro núcleo urbano, el barrio de Sant Jeroni donde también había vivido con anterioridad.

Jaime dio sus primeros pasos como torero en Barcelona, a donde escapó huyendo de la oposición paterna. Su primer golpe de efecto y la confirmación de que su decisión de ser torero no era un capricho juvenil, fue saltar como espontáneo en una novillada que se celebró en la Monumental. Se lo había advertido previamente a un amigo que debía ejercer de necesario cómplice ayudándole a ocultar la muletilla hasta el momento del salto. Por la mañana acudieron a ver los novillos en los corrales y eligió el que más le gustó: “el roig, en eixe vote” –en el colorado, en ese salto-, me lo contó en muchas ocasiones el maestro, reviviendo sus andanzas juveniles que, hasta entonces, habían transcurrido en las capeas rurales. Tal y como prometió lo cumplió, esa fue una máxima en su vida, el valor de la palabra por encima de todo. Jaime saltó en el toro colorado e inició oficialmente su carrera de torero.

Estuvo decidido y valiente frente al toro y hecho una ardilla escurridiza con los guardias de asalto que pretendieron detenerle. Los espectadores tomaron parte activa a favor del chico en la persecución y Jaime pudo seguir viendo el festejo en el tendido. Aquella aventura le granjeó el respeto de los compañeros y hasta le valió un contrato para torear en Las Arenas, donde demostró de nuevo su valor. Aquello sucedía en plena guerra civil, circunstancia que acabó condicionando su arranque.

Manolete, ídolo y padrino
Terminada la contienda en la que resultó herido de gravedad, las heridas parecían ser su sino. Reinició su carrera en la misma Barcelona y, tras una brillante etapa de novillero con picadores en la que triunfó en las principales plazas de España, tomó la alternativa en Valencia. El acontecimiento, después de muchos intentos, se anuncia definitivamente el 15 de octubre de 1944, en festejo que patrocina la Asociación de la Prensa. Su padrino fue Manolete, al que no conoció personalmente hasta ese día y por el que siempre sintió una especial admiración que llegó a oídos del matador cordobés que, en el momento de entregarle la espada y la muleta, le espetó sonriendo “Jaime, de manoletista a manoletista”.

Los toros de tan señalada efeméride fueron de Escudero Calvo, los actuales victorinos, y el tercer hombre del cartel, entonces todavía no se le daba rango de testigo, fue Manuel Álvarez “El Andaluz”. El toro de la alternativa, marcado con el numero 56, atendía por Tendero y era como correspondía al encaste, de pelo cárdeno. Jaime cortó tres orejas, las mismas que el padrino.

El año siguiente confirmó en Madrid de manos de Pepe Bienvenida. Su estilo y amor propio propiciaron que los toros le castigasen con dureza. Sus mejores temporadas caen dentro de la década de los cuarenta, siendo la del 47 la más decisiva. Por una parte corta dos orejas en la feria de Sevilla, lo que define su apogeo, y todo seguido en Madrid, donde se estrenaba feria de San Isidro, un toro de Pablo Romero le pegó un cornalón que lo frenó mucho.

Las trabas del sistema
Su carrera estuvo marcada por la coincidencia con grandes toreros y por su poca suerte o habilidad para navegar dentro del sistema. Fue un torero tan valiente que en la plaza llegó a resultar incómodo a las figuras cuyos apoderados, lamentaba el propio Jaime, le pusieron innumerables trabas. Como tampoco fue amigo de los compadreos en los despachos ni hombre de fácil manejo, acabó pagando las consecuencias.

Jaime dejó de torear y en las temporadas del 54 y 55 apoderó a un novillero valenciano, Paquito Villanueva, torero de exquisito estilo que había deslumbrado en Madrid y al que sólo el infortunio en forma de fracturas óseas frenó su carrera. Reapareció el maestro en el 57 en México y volvió a España en el 58, dándole la alternativa en Murcia a Pacorro. No fue aquella una tarde afortunada, no le ayudaron los toros de Hoyo de la Gitana y un apaño en el sorteo, del que se enteró posteriormente, acabó disgustándole tanto que desestimó una oferta para volver a torear en Madrid.

Aquel final poco amable no le robó su afición a los toros que practicó hasta los últimos momentos de su vida, acudiendo como aficionado a las principales ferias de España donde recogía el cariño y el reconocimiento que no siempre le otorgó el toreo. Fue hasta el final de su vida hombre cabal y entero, que llevó con orgullo su historial de torero valiente.

Texto publicado en Las Provincias el Sábado 24 de abril.

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