La revolera

Lágrimas de torero

Paco Mora
miércoles 13 de marzo de 2013

Dos imponderables han impedido que el valenciano Román saliera esta tarde en hombros por la puerta grande en la primera novillada de Fallas. El primero fue un presidente sin la sensibilidad indispensable…

Dos imponderables han impedido que el valenciano Román saliera esta tarde en hombros por la puerta grande en la primera novillada de Fallas. El primero fue un presidente sin la sensibilidad indispensable para erigirse en árbitro del éxito o el fracaso de un torero. Ejercer de emperador romano, subiendo o bajando el pulgar a su antojo es poco bagaje para ocupar el palco presidencial. El público pidió con fuerza la segunda oreja del primer fuenteymbro del lote del torero valenciano, pero el poncio miró para otro lado. El segundo imponderable fue de mucho mayor peso: en una voltereta, el novillo le desgajó el hombro izquierdo y, aunque enseguida se lo colocaron, en el fragor de la lidia se le volvió a salir y el dolor fue insufrible, hasta el punto de que no le permitía ni aguantar la muleta en la mano para entrar a matar. Así y todo, se tiró a topa carnero (no podía de otro modo), con un par de eso que decía Bojilla que le sonaban a Frascuelo como cocos. Hubo que retirarlo para ser atendido por los facultativos de la plaza. Román lloraba de rabia lagrimones de torero de postín, mientras Santiago López lo conducía a la enfermería.

En el joven Román hay un torero de muchos quilates. Tiene tres dones que solo poseen los privilegiados que han sido grandes en el toreo: el del temple, el del ritmo y el de la cadencia. Si a esos dones unimos un valor seco, recio y sin aditivos, el manejo de los trebejos toricidas con una seguridad y una armonía extraordinarias, un gran sentido de la colocación y una desmedida ambición de triunfo, no creo oficiar de profeta si afirmo que en Román ha encontrado Valencia otro torero de máxima alcurnia. Lo dije el primer día que lo vi y hoy me ratifico.

Posada de Maravillas, nieto de Juanito Posada, con un novillo con mucho que torear, y pese a su bisoñez, puso de relieve que puede cuajar en un torero exquisito. Tiene un don natural y una alegría innata que le hace dueño de los tendidos con su sola presencia en el ruedo. Quizás haya pagado con sangre la precipitación de ponerlo en plaza de tanto compromiso y con un encaste como el de Fuente Ymbro en su segunda novillada con picadores, pero ahí hay torero. Al tiempo. Antonio Puerta, paisano de Pepín Liria, es un novillero espigado, con buenas maneras y que puede cuajar en un torero poderoso. Aprobó con nota el examen de Valencia, matando cuatro novillos por cogidas de Posada y Román.

La novillada de Ricardo Gallardo, bien presentada, seria, fuerte y encastada, de diferente juego con las plazas montadas, tuvo eso que tanto se está echando de menos: acometividad, duración y un fondo de bravura que no voy a descubrir yo aquí y ahora en los pupilos del ganadero de Chiclana. El tercero, extraordinario pero con las dificultades añadidas que presenta el toro bravo de verdad.

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