La Pincelada

Muchos saludos, saludos devaluados

José Luis Benlloch
martes 11 de mayo de 2010

De la excesiva discreción de los banderilleros a lo largo de los años, todo por el matador, ni saludos ni lucimientos, recuerden, hasta que el matador no da permiso nadie se toca la montera, de esa especie de castración total del ego se está pasando, en algunos casos, en demasiados casos, al automatismo y al desahogo…

De la excesiva discreción de los banderilleros a lo largo de los años, todo por el matador, ni saludos ni lucimientos, recuerden, hasta que el matador no da permiso nadie se toca la montera, de esa especie de castración total del ego se está pasando, en algunos casos, en demasiados casos, al automatismo y al desahogo. Se quedan dos palos arriba y me quito la montera; saluda mi compañero, saludo yo; no ofrece posibilidades de lucimiento el toro y tampoco importa, allá voy, lo cuajo con las banderillas y me quito la montera; el objetivo es quitarse la montera y el matador ya verá lo que hace con la pañosa. Todos esos excesos cuentan con el colaboracionismo del público que ve que le saludan y, almas de buena fe ellos, aplauden, aplauden frenéticamente cual si hubiesen visto a Magritas, sin importarles a la velocidad con la que se banderillea ni la pureza de la reunión ni, mucho menos, la elegancia con la que hacen la suerte, ni si salen de la cara del toro braceando como si fuesen molinos de viento… nada de eso importa, están los palos arriba y hay que saludar. Se han devaluado tanto los saludos banderilleros que, a lo mejor, habría que inventar otra forma de reconocimiento para los que van al toro despacio, le dan ventaja, clavan por delante, salen airosos… inventar para estimular lo bueno. ¿Qué pensarán los Vito, Honrubia, Corbelle, Montoliu… viendo a qué precio se ha puesto desmonterarse? Al menos para algunos.

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