El mítico “Non plus ultra (No más allá)” de las Columnas de Hércules del toreo, ha caído fulminado por Enrique Ponce esta tarde en el ruedo de la Plaza de Toros de Valencia. Y eso lo ha hecho con 28 años de figura en la cumbre, en los que no ha dejado de comparecer en las ferias más importantes del Planeta de los Toros, sin tomarse el mínimo descanso ni para coger impulso. Quien sepa de un torero que haya igualado siquiera la marca del chivano, en toda la historia del toreo, que levante el dedo. Porque no ha habido nadie, desde que un hombre primitivo le pegó el primer trapazo a un “uro” ibérico, en el que tuvo su embrión el arte de lidiar toros bravos, que haya alcanzado sus cifras en corridas toreadas, trofeos conseguidos, Puertas Grandes traspasadas a hombros, ni por supuesto alternativas concedidas y toros indultados. Enrique es pieza única, sin posible parangón en las páginas de la Tauromaquia. Esos son datos, y no opinión, aunque quien esto firma no niegue su admiración por tan singular maestro del toreo.
Perera ha rondado también la Puerta Grande con un faenón valiente y entregado en el que la calidad de su toreo de muleta ha brillado a gran altura… ¡Lástima de espada! López Simón, con una oreja bien ganada en cada uno de sus toros, ha acompañado en volandas al “asombro de Chiva”. Pero es que lo de Ponce es otra cosa, tanto que Curro Vázquez y Cepeda bien podrían exclamar, como Felipe II cuando la flota inglesa destruyó su Armada Invencible: “Yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos”. Porque Enrique Ponce se ha internado una vez más en las aguas profundas y tenebrosas del Océano de la Tauromaquia, iluminándolas con su milagrosa muleta, y demostrando que siempre hay un más allá si se tiene valor, carácter y sabiduría para descubrirlo.
