La crónica de Benlloch en Las Provincias
(Foto: Arjona)(Foto: Arjona)

Morante le añadió candela a su leyenda

José Luis Benlloch
domingo 15 de marzo de 2015

De nuevo la muñeca endulzada y poderosa, la cintura rota, el pecho acompañando, el mentón hundido, las crispaciones abandonadas…Todo endulzado con naturalidad, como con miel, naturalmente con miel de Morante…

De la impotencia al delirio creativo, de verse aperreadillo con el difícil primero, especie de pájaro de mal agüero a la caza de Morante, a cuajar una faena que además de belleza tuvo profundidad y cuajo. Todo ello en un ambiente muy apasionado, con el público volcado a la contra en su primero y con ese mismo público levitando de placer en el cuarto. Dios y diablo, infierno y gloria, Morante frente a Morante. Nada con Morante fue vulgar ni corriente ni engañoso ni falso, la impotencia frente a su primero era desgarradora, la maestría posterior con el cuarto de lo más creativa, esas cosas las hace Morante o directamente no existen, la ira del público cuando surgió de las de dar miedo y la locura colectiva final de las que no se olvidan. La tarde tampoco se olvidará porque tuvo eso y tuvo más, mucho más, el poderío de Juli, tocado en su amor propio, inventándose una faena al desclasado quinto que embestía a regañadientes con la cara a media altura y el capote mecido y variado de Luque que levantó clamores y otro día hubiese tenido más eco.

Sucedió en una plaza llena, un gozo, en una tarde fría aunque poco importó la incomodidad y al final hubo un empate a un trofeo, puro relativismo, quiero decir que no importa demasiado aunque haya que reflejarlo. El caso es que ayer Morante le añadió más candela a su leyenda. Le veías desconfiado en su primero, al que le salió con la espada de matar y te venían a la memoria los grandes petardos que dicen que pegaron sus congéneres, entiéndase como tales, celebridades de la talla de El Gallo o Cagancho, reyes de la impotencia y el delirio. Su desobediencia al presidente que había cambiado el tercio de varas sin consideración alguna ni a la condición del toro ni mucho menos al ánimo del torero, entraba de lleno en el guión de los grandes escándalos y hasta supo a divertida rebeldía acostumbrados como estamos a la sumisión de los artistas al reglamentarismo actual. Les cuento. El toro estaba imposible así que Morante debió pensar aquello de que una bronca dura un minuto o ya lo arreglaré después como lo arregló, y una cornada vaya usted a saber cómo acaba una cornada, así que le mandó al picador que se hiciese el longuis ante la orden presidencial y le arrease más castigo al pregonao. Luego se vio que Morante tenía toda la razón del mundo y que el frontudo toro que abrió la corrida, era malaje como dicen en su tierra. El pájaro se guardaba las fuerzas, se entableró para cubrirse las espaldas, escondía los bruñidos pitones entre las manos para tratar de sorprender a un Morante que, imaginarán ustedes, no estaba dispuesto a dejarse sorprender y aún así anduvo por delante de la alhaja más tiempo del recomendable teniendo en cuenta que estar allí valía La Habana mismamente cuando no habían aparecido los Castro, la Habana y hasta un imperio. Al malaje lo despachó de una estocada y lo mechó a descabellos antes de relajarse a la espera de las musas y el toro adecuado.

Eso sucedió en el cuarto, que de salida no dio muchas esperanzas pero una vez picado todo cambió, Morante se dio por enterado y le hizo un quite memorable, despacioso, reunido, sentido, cargado de ese embrujo que se tiene o no se tiene por mucho que te empeñes. Lo toreó con la mirada, con el pecho, con la cintura, con las muñecas, cada lance era como tocar el cielo. Tan rotundo fue que cuando Morante salió al tercio a brindar, todo lo del primero estaba olvidado. La faena arrancó con suspense. Un inicio torero y confiado seguido de una pausa en la que pareció que el toro estaba dispuesto a amargarnos la reconciliación. Fue así hasta el momento justo en que su peón Javier Araujo se dio cuenta de cuál era el problema, salió como exhalación del burladero, puso la montera boca abajo y el toro volvió a embestir y Morante a sentirse y el público a levitar. No ha toreado Morante en esta plaza más pausado ni más reunido, ni con mayor dominio del toro que para entonces como nosotros estaba sometido a la magia del sevillano. De nuevo la muñeca endulzada y poderosa, la cintura rota, el pecho acompañando, el mentón hundido, las crispaciones abandonadas… Todo endulzado con naturalidad, como con miel, naturalmente con miel de Morante. Una locura para contarla a los nietos, el día que Morante convirtió las tinieblas en cielo.

Los dos toros de Juli debieron llamarse Suertudo I y Suertudo II. Todo el gasto, toda la bravura, todo el mérito fue cosa de Julián. En su primero se montó encima y a su segundo le consintió hasta hacer parecer que el toro tenía lo que no tenía. Lección de amor propio. Lo de Luque con el capote fue una demostración de gusto y facilidad. Toreó con fantasía y variedad y hasta seguramente demasiado para la buena administración de sus toros que luego no le dejaron que las faenas subiesen el listón que mantuvo con el capote. Buena actuación, sigue avanzando. El problema fue que actuaciones como la Morante acaban vulgarizando lo que en otro día sería un triunfo grande.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 15 DE MARZO DE 2015

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando