La revolera

Corrida para lidiadores

Paco Mora
martes 19 de mayo de 2015

Una sola vuelta al ruedo en toda la corrida y nadie se ha aburrido. Y es que cuando en el ruedo hay toros serios que pelean con los caballos, no se desfondan a los cuatro muletazos ni ruedan por la arena, el público no se siente defraudado.

La de Alcurrucén, bien presentada, encastada y fuerte ha sido una corrida para lidiadores. El lote más duro y difícil lo ha sacado del sombrero por la mañana la cuadrilla de Antonio Ferrera, lo que ha sido una suerte para el público madrileño que ha podido disfrutar en toda su dimensión a un verdadero lidiador de toros bravos. Dos toros de esos con los que hay cumplir el primer mandamiento de la Ley del Toreo, que es poderles, después pisarles los terrenos adecuados y darles las distancias convenientes y finalmente matarlos, si es posible, a la primera. Todo eso, menos lo último en su segundo, es lo que ha hecho el extremeño, y nadie se ha aburrido ni ha comido pipas de girasol, aunque en verdad hay que decir que al público, respetuoso toda la tarde con el torero, le ha faltado un poco más de entusiasmo para premiar la labor de uno de los mejores lidiadores que tiene el toreo en la actualidad.

El lote más bonancible desde el punto del torero que fundamenta su actuación en la consecución de trofeos, ha sido el del arlesiano Juan Bautista, al que le ha saltado el ruedo en quinto lugar el mejor del encierro al que con un poco más de conjunción en la faena le pudo cortar una oreja, solicitada tras la estocada final pero con cierta timidez, por lo que la cosa ha quedado en una triunfal vuelta al ruedo. El lote de El Capea ha sido el que más dificultades ha presentado, sobre todo dada la circunstancia de que se ha encontrado con el matador menos placeado, lo que con este tipo de encastes es de vital importancia. El Capea ha estado siempre voluntarioso y decidido y el público se ha mostrado respetuoso con su quehacer.

Pues ya ven, con una sola vuelta al ruedo en toda la corrida y nadie se ha aburrido. Y es que cuando en el ruedo hay toros serios que pelean con los caballos, no se desfondan a los cuatro muletazos ni ruedan por la arena cuando tropiezan con la raya de un lapicero, el público no se siente defraudado, independientemente del resultado artístico del espectáculo.

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