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Un cortijo

Carlos Ruiz Villasuso
jueves 19 de noviembre de 2015

El maltrato al toreo, toreros y ganaderos en Sevilla, resulta de un abuso real y cierto que todo el mundo calla. Hasta los toreros. Desde la “rebelión” de Joselito El Gallo, nadie ha tenido bemoles para enfrentarse a una realidad que es medieval y estranguladora.

Ramón Valencia, empresario único de la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla, ha dicho que quiere que estén todas las figuras. Todas son todas, y, además, tiene sobre la mesa una oferta o deseo de Morante, de torear cinco tardes. Cinco. Con la salida de Canorea, hay quien piensa que el problema de los últimos años ya se ha solucionado y que el veneno no está. Pero está. Por mucho que Valencia desee cerrar un ciclo y comenzar uno nuevo de estabilidad en Sevilla, las causas ciertas y de fondo de lo que pasa en esta plaza, es el dinero. El reparto del dinero.

Es incomprensible que desde el toreo y desde la prensa, nadie quiera poner el dedo en la llaga. No se conoce en el toreo un silencio más consentidor que el que sucede en esta hermosa ciudad en donde el reparto de lo que produce el toreo, es el siguiente. Los dueños del coso, la Real Maestranza, se quedan con el 25,6 % (an­tes de impuestos) de todos los ingresos. Todos los ingresos son todos, televisión incluido, bares in­cluidos. Como le consta a cualquier ciudadano, el 21% de los ingresos son IVA. Es decir, no van a la caja de facturación libre. Sumadas estas dos partidas, queda un 53,4% del que hay que restar los costes por festejo, empleados, mantenimiento de plaza, alquiler de oficinas de la em­presa, transportes, seguros, seguridad social, im­puestos…

Restadas estas cantidades, de cada 100 euros que un aficionado deja en Sevilla, para el toreo queda alrededor de un 32%. De 100 quedan 32. Para pagar a toreros, ganaderos y beneficio empresarial. De esta manera, un cartel de Domingo de Resurrección, con el papel agotado, tiene un balance de números rojos para la empresa. No para la explotación de la plaza ni para su propiedad, pero sí para la empresa. Esto sucede en una plaza cuyo aforo económico es de los más altos de España. Si alguien dice que éste no es el problema, no tiene vergüenza y está ocultando a propósito una realidad aberrante para el toreo.

Alguien dirá que con el abono, con los honorarios de los toreros modestos, la empresa matiza sus ingresos hasta llegar a beneficios. Sí. Y con un trato precario al ganadero, sí. Pero ¿esta es la solución? Demos la vuelta a esta media verdad argumental: el abono y esa práctica es resultado casi obligado de un abuso económico. El maltrato al toreo, toreros y ganaderos, resulta de un abuso real y cierto que todo el mundo calla. Hasta los toreros. Desde la “rebelión” de Joselito El Gallo, nadie ha tenido bemoles para enfrentarse a una realidad que es medieval, abusiva y estranguladora. No es justo, no es razonable, no es lógico y no es empresarialmente positivo, que este sea el reparto de lo que produce el toreo en Sevilla. Lo más parecido a un cortijo.

Sevilla es, de largo, la plaza con más cargas sobre los ingresos del toreo. Es inviable una fiesta moderna, activa, en desarrollo de futuro, imaginativa, cara y productiva, con este reparto de embudo. Y todo el mundo se calla. ¿Por qué? ¿A quién tienen miedo? ¿Hay tanto poder oculto? ¿Qué pasa aquí? Esta forma de explotar los recursos que genera el toreo, que aplicaron propiedades públicas y privadas de las plazas, es, no les quepa ninguna duda, una de las raíces más imperantes y graves de los problemas actuales de la Fiesta. Que me diga alguien de Abengoa, que bien roza a la La Maestranza, si con este reparto de facturación, una empresa puede salir adelante.

Quitar ingresos al toreo es privarle de recursos de inversión. Invertir en imagen, en comunicación, en cantera… Invertir para apuntalar el toreo, hacerlo rico económicamente, sólido y con bolsa suficiente como para contrarrestar campañas en contra del toreo. ¿Y qué dice el Ayun­ta­miento de Sevilla? Calla. Todos callan. Un silencio estremecedor. Doy una cifra. En los últimos 20 años, de todo el dinero que generó la Fiesta, un 60% fue a parar a manos de las propiedades de las plazas y del fisco. Y no sólo no comunicamos eso, sino que, encima, el pueblo de España cree que estamos subvencionados. Nos han quitado de las manos el 60%. A los ganaderos, a los novilleros, a los toreros, a los empresarios. A todos. Y estamos callados. Y nos matamos como Caín y Abel.

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