La Revolera

El toro digitalizado

Paco Mora
jueves 22 de septiembre de 2011

La Feria de Albacete está resultando, salvo raras excepciones, un auténtico coñazo. La emoción es cada tarde perfectamente descriptible. Para que los toros adquieran como espectáculo su verdadero sentido, tiene que estar presente la emoción…

La Feria de Albacete está resultando, salvo raras excepciones, un auténtico coñazo. La emoción es cada tarde perfectamente descriptible. Para que los toros adquieran como espectáculo su verdadero sentido, tiene que estar presente la emoción, y los oles resultan fríos y automáticos, tanto como los muletazos bien construidos, algunos despaciosos y largos, pero con la frialdad de una indiscutible profesionalidad a la que le falta la emoción que le toca poner al toro. Y es que para que los toreros vibren tienen que tener delante un toro bravo, encastado y con movilidad, sino el toreo se convierte en un bonito ballet de un academicismo que anula cualquier atisbo de arte. Los toros que exigen las figuras de postín son animales perfectamente previsibles, sin una sorpresa ni para bien ni para mal y así ir a los toros cada tarde se convierte en un vicio, en una droga para los que no podemos evitarlo, porque nuestro organismo necesita tomar el camino de la plaza a la hora lorquiana, aunque prometiéndonos a nosotros mismos que será la última vez.

Por poner un ejemplo, el miércoles día 14 sólo hubo dos momentos en los que la emotividad se adueñó de la plaza; cuando un toro se echó trágicamente a los lomos al banderillero Gimeno Mora y cuando Tendero le plantó cara al tercero, primero de su lote, y contra todos los imponderables, y en ocasiones arroyando la razón, le dio fiesta al morlaco por el que nadie daba una de las antiguas perras gordas. Rajado y todo, el toro no tuvo más remedio que atender los cites de aquel huracán que tenía delante y que le bajaba la mano con autoridad y decisión. Allí surgió lo extraordinario por inesperado, dadas las condiciones del toro. Todo lo demás fue absolutamente previsible. Moraleja: O le ponemos emoción al toro o esto se va al carajo. Y no se lo habrán cargado los antitaurinos sino nosotros desde dentro por seguir tolerando que las figuras impongan el toro digitalizado…

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