BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
Foto: Antonio ViguerasFoto: Antonio Vigueras

La jambre de Borja como arma victoriosa

José Luis Benlloch
martes 19 de marzo de 2024
El torero de Espartinas, que cortó una oreja, conquistó Valencia a golpe de corazón y firmeza; Juan Ortega bordó la verónica y abrió el debate sobre quién es el mejor con la tela rosa

Hambre. Mucha hambre. En andaluz, jambre. Y si uno es de Espartinas, definitivamente hay que llamarle jambre. Lo que siempre se dijo que tenían los toreros que querían mandar en esto. Y esa fue la clave del triunfo de Borja Jiménez ayer en su presentación en Valencia, jambre de gloria, de ambición, prisas por hacer realidad un sueño, su sueño, jambre por hacerse rico, por sentarse en la mesa de los ricos y si puede ser que los ricos vengan a sentarse a la mesa de uno. Lo pienso y me digo así, con jambre, cualquiera. Y sí, cualquiera que además de jambre tenga los santos bemoles para quedarse en ese sitio en el que le oyes el aliento al toro, donde se intercambian las miradas de tú a tú, donde en el mejor de los casos peligran las uñas de los pies de tan cerca que te pasa, hubo grandes figuras que acababan el año sin uñas, Ojeda mismamente, eso por no hablar de cornadas, ese sitio donde cuando no ha acabado de pasar el toro y ya lo tienes encima de nuevo y no te puedes quitar porque si te quitas y de verdad tienes jambre, te puede dar hasta vergüenza y a eso sí que no parece estar dispuesto este Borja Jiménez. No lo estuvo ayer en Valencia como no lo estuvo en Madrid la tarde ya célebre de los victorinos que le puso a las puertas de la entronización.

Ayer cortó una oreja, pudo cortar otra de haber andado más presto con los aceros en el último, pero por encima de los despojos queda el recuerdo de un tipo que vino pidiendo hora en la notaría para comprarse esto o aquello, en realidad lo que le pete porque después de haberse puesto donde se puso y durante el tiempo que lo hizo, uno tiene derecho a comprarse efectivamente lo que le pete, en realidad lo que haya soñado y si no es así el toreo no sería lo que siempre fue, cosa de gente con jambre, gente ambiciosa y cabal en competencia con quien se ponga delante, por ejemplo con otros colegas con jambre que también los hay, con empresas con otro tipo de jambre o con gente de los que llamamos de arte y sentimiento que también tienen su sitio, afortunadamente, aunque dicho sea de paso no tienen ese mismo jambre o será que se les nota menos.

Borja, muy firme, se prohibió huir y confió el mando a las muñecas

¿Que cómo se le manifestó a Borja ese jambre?… pues verán, se puso firme, en los dos toros, desde que salieron por chiqueros: pies juntos en la verónica, ajuste total en las chicuelinas, brevedad en el tercio de varas, que no le piquen, ¡levanta el palo, le ordenaba enérgico al piquero! -con perdón de los señores presidentes que ya se sabe, quieren que machaquen al toro más allá del estado de ánimo del torero o de la condición del toro o de la necesidad de triunfo que traen- y seguidamente más firmeza, más quietud. Se atalonaba Borja, que es una forma de decir que enterraba las zapatillas y uno sentía que de allí no pensaba moverse, era una forma de prohibirse huir a la vez que confiaba el mando de la situación a las muñecas y supongo que siendo creyente pediría protección a todas sus devociones, yo en caso de estar en tal trance lo hubiese hecho, en el suyo es muy probable que viniese bendecido desde el hotel, y una vez en ese sitio tiraba del toro, hasta donde daba el mando y lo volteaba detrás de la cadera para que todo pesase más, lo hizo en uno y en otro, con viento y con más viento, ora con los pies juntos, ora con el compás abierto donde lucía más su verdad. En esa suerte, cuando la que va por delante es la pierna contraria, es como si obligases al toro a saltarla, y entre que la salte o no la salte está el riesgo de que te lleve por delante a cambio de que todo adquiera otra dimensión. Y la adquiría, la adquiría. La prueba estaba en cómo reaccionaba el personal, aquellos olés rotundos, hondos, de verdad, salidos de los tendidos de sol donde había acudido huyendo del viento que ayer soplaba molesto y encabronado como si no quisiese que se repitiese la borrachera gozosa de la víspera. Los suyos no fueron trasteos perfectos, quite usted, Borja no es un torero perfecto, ni mucho menos, pero sus emotivas imperfecciones se ganaron a la afición. En su favor decir que no tuvo toros claros aunque con esa disposición es coyuntura que importa menos, lo que vale es la impresión que deja, cortó la oreja de su primero y pudo cortar otra de haber doblado antes el toro de Juan Pedro que cerraba plaza.

EL CREDO DE JUAN ORTEGA

Juan Ortega milita en otro credo. Necesario también, muy atractivo, es torero de los reconocidos justamente como de arte. Dicho así queda dispensado y me parece bien de mostrar jambre por mucho que la tenga, que muy probablemente sea cierto y sí la tenga. Seguro que si el toreo fuese un duelo en diez tardes, los del jambre le vencerían en ocho, en nueve si quieren, pero esas dos tardes suyas serían inolvidables, aniquiladoras del resto. Ayer lo dejó entrever. Los lances a su primero dieron para noches y noches de tertulia. Habría que explicar si es que se puede explicar cómo se mece un capote y se duerme una embestida de quinientos kilos, de salón sería difícil hacerlo, también habría que engolar la voz para exponer la importancia de jugar la cintura para acompañar la furia aterradora del toro o digan pechearle; y cómo hay que contener la mano de fuera y no elevarla en exceso para que todo sea más puro y dicho lo dicho, en la penúltima copa de la hipotética tertulia, podemos discutir si la verónica de Morante es mejor que la de Ortega o la de Ortega mejor que la de Morante. Ahí lo dejo, tela hay por delante. Pongo el primer argumento, se puede apostar por el barroquismo del de La Puebla o por la distinción del de Triana.

Cayetano sufrió un duro cara y cruz y cierta incomprensión

Ayer, tras aquellos lances de Ortega al juampedro, la tarde estaba amortizada, luego hubo muletazos de cartel, sueltos eso sí porque los funos, toros, no estuvieron por la labor, hubo torería en el cite, en el quitarse y en el ponerse… Fue otro toreo el suyo, ese es su tesoro, digamos que con menos jambre, más breve, pero muy hermoso. Tras las verónicas reseñadas hubo un bonito arranque de faena y luego pinceladas, torería en el ir al toro, equivocación al sacarlo a los medios huyendo del aire, exceso de enganchones y al final la faena fue más lo que prometía que lo que fue. En su segundo no tuvo opción alguna ni con la capa. Demasiado tiempo anduvo con él. A toreros como este Ortega, cuando no puede haber lucimiento les está permitido si no obligada la brevedad.

CAYETANO, SIN SUERTE

Cayetano sufrió un evidente cara y cruz. Tuvo un excelente primer toro al que le hizo faena de fuertes contrastes. A momentos excelentes, de éxito, le seguían otros en los que se imponía el desajuste del que salió en varios ocasiones con coraje y carácter para remontar. Su arranque de faena de rodillas en el tercio del sol, donde se sentía menos el viento, fue harina del mejor Paquirri, sus muletazos de mano baja por los dos pitones mejoraron al mejor Cayetano, pero lo dicho, por medio llegaron unos bajones que enfriaban el ambiente y le quitaban cuerpo al conjunto. Y aun así pudo cortar la oreja si no hubiese pinchado en los bajos antes de agarrar una buena estocada. Los más exigentes le frenaron la vuelta al ruedo y en su segundo no tuvo opción alguna. Ni el toro era claro ni él lo vio ni la cuadrilla le transmitió la confianza que se necesita en esos casos.

Decir finalmente que hubo dos tercios de plaza, un frío negro en los últimos toros, abundante gente joven siguiendo la tónica de la feria y el habitual lleno amigo en el callejón.

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