Comenzó mayo, comenzó Madrid y de buenas a primeras saltó un nombre a la palestra. O habría que decir dos, dos nombres, o tres, podríamos decir tres. Privilegios de la gran Monumental. Como siempre digo, todos somos pocos, así que bienvenidos. El primero, Javier Cortés. Estuvo como hay que estar para levantar el vuelo. Acción mucho más compleja que venir planeando con el viento de cola. Todos sabemos lo mucho que pesan los perdigonazos del desencanto propio y ajeno en el vuelo de los toreros. Y en su caso eran diez años de pelea sin frutos, al menos aparentes, y de muchas heridas en el alma, seguro, fruto de la desconsideración y el olvido. No pareció importarle. El hombre estuvo como debía estar.
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