La Pincelada del Director

Secuestro en Valencia

José Luis Benlloch
sábado 16 de marzo de 2019

Los festejos taurinos están poco menos que secuestrados en los entrebastidores de Valencia. No es la primera vez ni siquiera una acción aislada, el fenómeno viene repitiéndose sistemáticamente las últimas ferias. El destino de las corridas de toros en esta plaza, más allá del albur que supone el propio toreo, están a expensas de una autoridad, fundamentalmente veterinarios, que imponen sus gustos personales a las exigencias reglamentarias. Un toro puede reunir todos los requisitos: peso, edad, salud y hasta las bendiciones de los más reconocidos profesionales y aficionados cuyo objetivo final es el buen desenlace del festejo… que si a ellos no les gusta lo rechazan sin ningún tipo de responsabilidad. Parecen aforados.

Vistos los resultados, lamentables frecuentemente, habría que decir además que sin ningún tipo de criterio o coherencia. O qué cabe entender si suspenden toros con el peregrino argumento de que enseñan las palas cuando las principales plazas buscan toros que enseñen las palas o si se aprueba un toro feo como un pecado, el quinto de Alcurrucén mismamente, u otro mastodóntico con más de seiscientos kilos y sin trapío en las antípodas de lo que debe ser un toro bravo, o un primero astigordo y basturrón en esa misma corrida, y a la vez dejan en los corrales excelentes ejemplares con los más ilógicos argumentos, que siempre descansan en un gusto personal extravagante y extraño. Ni siquiera los fiascos de años anteriores en que toros descartados por ellos mismos alcanzaron premios y reconocimientos en plazas del mayor relieve les apea de su errática trayectoria. La situación está levantando ampollas y quejas entre ganaderos, alguno de los más prestigiosos han desistido de anunciarse en esta plaza, también entre toreros y crítica. Nadie lo entiende. O sí.

La realidad es que han conseguido desbaratar el trabajo de muchos ganaderos, llevar al fiasco las aspiraciones de los toreros y cargar de desaliento a los aficionados, mientras, ellos, impertérritos, amparados por la superioridad, se mantienen en su desvarío. Se impone un cambio de rumbo si de verdad la Administración quiere ayudar al toreo en lugar de socavarlo desde el laissez faire, laissez passer. No se trata, no caigan en esa demagogia fácil, de aliviar a los toreros, ni bajar la exigencia torista, porque con su criterio personalísimo actual llegan a colar toros impresentables.

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